Matrimonio de primera romance Capítulo 1190

Cuando ya casi llegaban a casa, Yadira llamó al criado: —¿Se ha dormido Raquel?

—Todavía no.

—Ya veo—. Yadira colgó el teléfono después de la respuesta.

Yadira se enderezó el cuello de la ropa y puso pelo adelante. Luego, se miraba en su teléfono como espejo, pero la luz del coche era tan tenue que no podía ver bien, así que se volvió para preguntarle a Delfino preocupada: —¿Puedes ver la gasa de mi cuello ahora?

En realidad, Delfino estuvo observándola durante mucho tiempo. Al oír las palabras de Yadira, estiró la mano y tiró del pelo de Yadira para cubrir completamente la gasa. Luego dijo: —Ahora no puedo verla.

Su voz era un poco ronca.

Yadira preguntó preocupada: —¿Te has resfriado? ¿Estás incómodo?

En este momento, el coche se detuvo en la puerta de su casa.

—Señor Dominguez, señora Dominguez, aquí estamos.

Cuando el conductor terminó de hablar, se bajó del coche y les abrió la puerta.

Delfino condujo a Yadira fuera y los dos entraron juntos en la casa.

Mientras Yadira caminaba, se tiró del pelo con inquietud. —No puedo dejar que Raquel vea que me lastiman de nuevo....

—Bueno—. dijo Delfino débilmente.

Raquel era muy inteligente y conocía bien a Yadira. Por lo tanto, no fue difícil para Raquel encontrar algo malo en Yadira.

Sin embargo, Delfino pensó que era mejor no decírselo a Yadira. De lo contrario, se sentiría frustrada porque su hija era demasiado inteligente.

En pijama, Raquel estaba sentada en el sofá viendo la televisión en el salón con una muñeca en brazos.

Cuando Yadira entró en la habitación, llamó a su hija con una sonrisa: —Raquel.

—¡Mamá! —Raquel se dio la vuelta, —¡Papá!

—¿Nos estás esperando? —Yadira se acercó a Raquel y se sentó a su lado. Conscientemente se cubrió el cuello.

—No lo hice—. Dijo Delfino.

Con el ceño fruncido, Raquel preguntó nerviosa: —¿Se ha hecho daño mamá?

—No te preocupes, sólo una pequeña herida—. dijo Delfino la verdad.

Raquel respondió: —Ya veo.

—¿Qué quieres decir? ¿No estás preocupado? —Delfino sintió que Raquel era como un adulto, lo cual era interesante.

Raquel hizo un mohín. —No estás nervioso, así que mamá debe estar bien. Si mamá estuviera gravemente herida, no estarías tan tranquila como ahora.

Al oír lo que dijo Raquel, Delfino se quedó perplejo. Entonces le tocó suavemente la cabeza: —Bueno, vete a dormir.

—Abrázame—. Raquel le abrió los brazos y quiso subir en los brazos de Delfino.

Delfino se agachó y la abrazó a subir

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