Yadira se volvió para mirar de nuevo a Susana y a Apolo.
Tal vez como Apolo estaba en la empresa, parecía un poco más serio que de costumbre, pero Susana no parecía una empleada que estuviera siendo sermoneada por su jefe. La mirada de su rostro era algo coqueta.
Yadira la miró un momento antes de volverse para preguntar a Delfino: —¿Crees que se parece a alguien?
Otras personas no podrían entender la pregunta de Yadira, pero ella y Delfino estaban en sintonía. Él podía entender sus pensamientos y sabía lo que quería decir.
Delfino reflexionó un momento y dijo con rostro serio: —Sí y no.
Yadira lo miró con curiosidad: —¿Qué quieres decir?
Habían llegado al despacho de Apolo. Delfino estaba familiarizado con este lugar, así que directamente empujó la puerta y llevó a Yadira al interior.
Después de cerrar la puerta, Delfino continuó: —Sus rostros son un poco parecidos, pero no se parecen cuando los miras con atención. Noela es Noela, y Susana es Susana. Entre los dos no hay comparación.
Cuando Yadira vio por primera vez a Susana en el ascensor, sintió que le resultaba un poco familiar.
Después de pensar detenidamente durante un rato, Yadira se dio cuenta de que Susana y Noela se parecían un poco.
Pero Yadira no pudo evitar torcer los labios al escuchar las palabras de Delfino: —¿Estás alabando a Noela?
Normalmente, Delfino ni siquiera miraba a otras mujeres, pero como dijo que no era necesario comparar a Noela con Susana, debía de tener una visión positiva de ésta.
Delfino levantó las cejas y miró a Yadira: —¿Estás celosa?
Yadira resopló y dijo: —¿Crees que soy igual que tú? No tengo espíritu mezquino como tú.
Siempre estaba celoso de otras personas que estaban cerca de Yadira, e incluso pensaba que ella era igual que él. Yadira se quedó boquiabierta.
—¿Cómo voy a saber lo que piensan los hombres? No soy hombre—. Después de decir eso, Yadira giró la cabeza hacia un lado.
En este momento, sonó su teléfono.
Yadira miró su teléfono y sus ojos se iluminaron mientras decía: —Es Noela. Probablemente esté aquí ahora.
Yadira cogió su teléfono y dijo: —Noela.
—¿Has llegado a la empresa? Estoy debajo ahora. Ahora mismo vengo—. Noela caminaba y hasta jadeaba.
—Está bien. Tómate tu tiempo. Te esperaremos aquí.
Tras colgar el teléfono, Yadira recordó que Apolo y Susana seguían hablando fuera. Le preocupaba que Noela se encontrara con ellos cuando subiera, así que Yadira quiso salir a echar un vistazo a las dos personas que estaban fuera.
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