Por la noche.
Antes de ir a cenar al Club Dorado, Yadira seleccionó especialmente un hermoso vestido y se maquilló. Se tomó muy en serio la cita.
Mientras se maquillaba, Delfino estaba sentado al lado, esperándola. Pasó por la pantalla de su teléfono y miró a Yadira de vez en cuando.
Cuando Yadira terminó, se dio la vuelta y le preguntó a Delfino: —¿Me veo bien?
Delfino no dijo nada. Se limitó a torcer el dedo hacia ella, indicándole que se le acercara.
Yadira se levantó, caminó hacia él y se sentó a su lado. Delfino le miró la cara un momento, y luego le sujetó la cabeza con las manos y bajó la cabeza.
Al parecer, quería besarla.
Yadira le tapó la boca con la mano y le dijo: —¿Qué haces? Sólo te pido que me digas si me veo bien. No es necesario que hagas esto.
—La acción habla más fuerte que las palabras. De todos modos, puedo responderte con mi boca.
La expresión de Delfino era tan seria que parecía que estaba discutiendo un proyecto importante con alguien.
Yadira no sabía si debía reír o llorar, —Tú...
No presionó la mano sobre sus labios con fuerza, por lo que él pudo besarla en los labios con sólo inclinar ligeramente la cabeza.
Yadira se inclinó hacia atrás y dijo: —Oh... mi brillo de labios...
Al escuchar sus palabras, Delfino incluso la besó con más fuerza.
Después del beso, el brillo de labios de Yadira desapareció, pero sus labios se volvieron aún más rojos que antes.
Delfino la miró por un momento y se sintió muy satisfecho con lo que hizo: —Creo que estás bien incluso sin brillo de labios.
Yadira lo fulminó y se levantó para ponerse de nuevo el brillo de labios.
***
Cuando los dos bajaban las escaleras, Raquel entró en el vestíbulo con el chófer.
Delfino se dio la vuelta y la miró con duda: —¿Qué pasa?
—No, prefiero ver la televisión en casa.
Mientras Raquel hablaba, se dirigió al sofá. Se quitó los zapatos y subió al sofá. Luego apretó el mando a distancia y suspiró como si fuera una anciana: —Por fin, ahora nadie se peleará conmigo por el mando a distancia.
Delfino, el hombre que intentó antes deliberadamente quitarle el mando a distancia a Raquel, se quedó sin palabras.
En la cara de Delfino había una mirada de pura incredulidad. Había hecho una concesión tan grande y había decidido llevarse a Raquel a la cita con Yadira, ¡pero la chica seguía guardándole rencor por haberle quitado el mando a distancia!
Antes de que volviera a expresar su ira, Yadira lo empujó: —¡Vámonos!
—Los niños no deben ver demasiado televisión—. Mientras Delfino era empujado fuera, todavía se acordó de girar la cabeza para recordárselo a Raquel.
Yadira le dio una palmadita en la cabeza a Delfino y le dijo a Raquel con suavidad: —No hagas caso a tu padre. Puedes ver la televisión todo el tiempo que quieras.
Raquel era una chica con una mente propia. Era inteligente y madura. Yadira no se preocupaba demasiado por esas cosas.
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