Matrimonio de primera romance Capítulo 1221

—¡Oh! —respondió Yadira.

Delfino añadió: —A partir de mañana empezaré a trabajar en el Grupo Dominguez. Como la preparación de Ciudad Abandonada está todavía en la fase inicial, tienes que ir al Grupo Auge para las reuniones. Podemos ir juntos por la mañana.

Yadira inclinó la cabeza y miró a Delfino. De repente, sonrió y dijo: —De acuerdo.

Delfino frunció el ceño, preguntándose qué más debía decir. Reflexionó un momento antes de volver a mencionar a Cerilo.

—Cerilo hirió a un hombre en el Club Dorado. El tipo fue llevado a la UCI. Cuando llegué allí, Apolo ya había sacado a Cerilo de la comisaria. El asunto se resolvió rápidamente.

—De acuerdo—. Yadira asintió con seriedad y le preguntó: —¿Tienes algo más que decir?

Los dos estuvieron hablando durante el camino, y ahora llegaron a la puerta de su dormitorio.

Delfino empujó la puerta, entró en la habitación y se giró para mirar a Yadira.

Después de colgar su abrigo, Yadira se volvió hacia él. —Tengo algo que decirte.

Delfino se sentó al lado de la cama.

Yadira se acercó a él y se arrodilló en la alfombra junto a la cama. Apoyó la barbilla en su regazo, mirándolo mientras hablaba con voz suave: —Pero no puedes enfadarte después.

Cuando ella se comportaba así, Delfino sabía que lo que iba a decir no sería nada bueno.

Al menos, no sería algo agradable para él.

No dijo nada, y se limitó a mirarla en silencio.

Yadira no continuó, como si esperara su promesa.

Al verla tan terca, Delfino le dijo lentamente: —Dime primero qué es.

La actitud era clara. Si era algo que le hiciera infeliz, seguía enfadado.

Yadira le enganchó los dedos, indicándole que bajara la cabeza.

—¿Por qué lo ayudaste? —Delfino enderezó la espalda, con expresión indiferente.

Yadira sabía que seguía enfadado, pero era difícil distinguir la emoción en sus ojos, y mucho menos averiguar lo molesto que estaba.

Pero como la exigía las razones a ellas con tanta calma, significaba que estaba dispuesto a escucharla.

Yadira se sintió un poco aliviada. —Si no me hubiera salvado entonces, ahora habría muerto. Así que le debo la vida, pase lo que pase. Y debo devolverle el favor.

Yadira lo miró con nerviosismo.

Delfino permaneció en silencio durante mucho tiempo antes de cogerle las manos y decirle con suavidad: —Creo que has hecho lo correcto. Pero sigo enfadado contigo.

Los ojos de Yadira se abrieron, —¿Por qué?

—Me preocupa que te encuentres con él a solas—. Su tono estaba lleno de conmovedora ternura.

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