Apolo resopló: —Yadira, mírate. Estás siendo mala conmigo.
Yadira se rio: —Entonces puedes comer con nosotros.
—No voy a ir—. Apolo se negó rotundamente: —¡No quiero ver PDA!
—Nosotros no...
—¡Lo hacéis! sólo se sientan juntos y se observan.
Yadira no tenía nada que decir.
Si esto era lo que quería decir con PDA, entonces hacían PDA todos los días.
—No me malinterpretes—. Apolo se apresuró a explicar: —Quiero decir que os gustáis mucho. Sois como...
Pensó un momento y dijo: —Es como un instinto. Es tan inamovible que nada puede separaros.
A Yadira le pareció muy interesante lo que dijo Apolo.
Apolo sonrió avergonzado: —¿Soy demasiado pretencioso? Me da bastante vergüenza decirlo.
Por un momento, Yadira quiso hablarle de Noela.
Apolo llamó al ascensor.
Yadira se calmó tras un instante de impulso. Decidió guardar el secreto para Noela.
Cuando entraron en el ascensor, Yadira dijo: —Quiero hacerte una pregunta.
—¿Qué?
Yadira parecía solemne. Apolo no pudo evitar ponerse serio.
—¿Has pensado alguna vez en las consecuencias cuando dejaste a Noela? —Yadira explicó: —Quiero decir, todo tipo de consecuencias.
Apolo se puso rígido.
Era como si alguien hubiera pulsado el botón de pausa en él.
Durante unos segundos, mantuvo la misma postura y miró a Yadira, estupefacto.
Tal vez sus hijos fueran incluso mayores que Raquel.
Yadira no dijo nada más.
El ascensor llegó al primer piso y salieron juntos.
Un grupo de personas se acercó. Parecían ser los actores de la compañía.
Cuando vieron a Apolo, sonrieron y lo saludaron.
Todos eran jóvenes y bonitos, tan hermosos como flor.
—Sr. Apolo.
Apolo asintió y señaló a Yadira: —Esta es la guionista de la Ciudad Abandonada, Yadira.
—Hola, Sra. Yadira—. No sólo eran hermosas, sino que también tenían lengua de miel.
Yadira respondió con una sonrisa: —Hola.
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