Noela no dijo nada.
Después de un largo silencio, dijo: —Tal vez soy vieja. Recientemente, he pensado en muchas cosas que sucedieron cuando era joven. Empiezo a reflexionar sobre mí misma.
—Cuando somos jóvenes, podemos tomar decisiones impulsivas y precipitadas. No me arrepiento de las decisiones que he tomado antes. Dijiste que Apolo era lo suficientemente fuerte. Yo también.
—Últimamente he reflexionado sobre mí misma. He llegado a comprender muchas cosas. Debo ser responsable de las decisiones que tomo. En aquel momento éramos demasiado jóvenes. No sentí que me equivocara. Lo culpaba y lo odiaba. Pero ahora, poco a poco, comprendo que yo causo todo esto.
Yadira miró a Noela, compadeciéndose de su sufrimiento.
—Estoy bien. Soy adulta. Puedo responsabilizar mi propia vida. No te preocupes por mí.
Al notar que Yadira estaba a punto de llorar, Noela extendió la mano para frotarle la cara y le dijo: —No llores. Si lo hiciera, Delfino vendría más tarde y se vengará de mí por esto.
—No estoy llorando—. Yadira levantó la cabeza y respiró profundamente para calmarse. Luego volvió a mirar a Noela.
—Noela, en cualquier momento, pase lo que pase, estaré contigo.
Las lágrimas brillaron en los ojos de Noela mientras fingía estar enfadada y decía: —¿Intentas hacerme llorar? Eres tan molesta.
Yadira sonrió y cambió de tema. —¿Te he dicho alguna vez que Delfino está planeando casar al hijo de Xulio y Raquel recientemente?
—¿Le pasó algo malo a Delfino?
—No, sólo cree que los chicos de fuera no son fiables—. A Yadira le hizo gracia.
Noela se rio: —¿Lo dice en serio?
—Sí. Ha hablado conmigo muchas veces, pero me opongo firmemente. No estamos en una sociedad feudal. El matrimonio concertado es ridículo.
Noela imaginó la escena en la que Delfino, con una expresión solemne, hablaba con Yadira de esto, pero ésta lo rechazó. Eso hizo que Noela se riera.
Yadira miró su sonrisa y se relajó un poco.
***
Su casa no estaba en la misma dirección que la de Apolo.
—Llévame, o me quedaré en tu casa esta noche—. Apolo no entró en razón.
Noela puso los ojos en blanco, enfadada. —Tienes treinta años. ¿Crees que eres un niño? Eres...
Antes de que pudiera terminar de hablar, descubrió que Apolo cerraba los ojos con la cabeza inclinada.
¿Se ha quedado dormido?
—¿Apolo? —Noela lo empujó. Sin embargo, él no reaccionó y cayó sobre ella.
Noela tenía miedo de que cayera, así que no lo esquivó.
De este modo, Apolo se apoyó firmemente en ella.
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