Después de que el criado se acercara a Susana, ésta lo siguió dócilmente hasta una habitación de invitados para cambiarse de ropa. No intentó disculparse ni explicar nada. El rostro de Melissa se suavizó un poco.
—¿Noela? —Melissa se giró y vio lo pálido que estaba el rostro de Noela, así que no pudo evitar llamarla.
Noela curvó los labios y forzó una sonrisa:
—Señora Melissa, debo irme a casa ahora.
Melissa dijo cariñosamente:
—De acuerdo. Recuerda venir a visitarme cuando tengas tiempo. Cocinaré para ti.
A Melissa le resultaba incómodo pedirle a Noela que desayunara con ella ahora, después de lo que acababa de ocurrir.
Noela estaba muy ocupada. Melissa no sabía cuándo volvía a encontrarse con Noela.
—Por supuesto —Noela sonrió y asintió.
Cuando se dio la vuelta para marchar, la sonrisa de su rostro se desvaneció inmediatamente.
Pensó que estaba preparada para aceptar el hecho de que Apolo pasara su vida con otra mujer.
Sin embargo, cuando vio realmente a una mujer con él, Noela se dio cuenta de que simplemente no podía aceptarlo.
Cada vez que pensaba que Apolo y Susana estaban juntos anoche, le dolía mucho el corazón, como si alguien intentara arrancárselo.
Su cuerpo se entumecía porque su corazón estaba dolorido.
***
—¿Noela?
Carmen se sorprendió cuando vio a Noela. Preguntó:
—¿Has desayunado?
Noela se quedó en la casa de los Tapia anoche, así que Melissa debía invitar a Noela a desayunar como siempre. Pero Noela había vuelto muy temprano. Carmen no estaba segura de que su hija hubiera desayunado.
—Me iré después de recoger algunas cosas —Noela subió directamente las escaleras después de decir esto.
Carmen frunció ligeramente el ceño al ver que Noela desaparecía al doblar la escalera. Se dio la vuelta y se apresuró a ir al comedor.
—Fausto, algo está mal con nuestra hija.
—¿Qué pasa? —Fausto la miró y tomó otro sorbo de leche.
—¿Por qué sigues desayunando? —Carmen lo fulminó con la mirada— me extraña Noela.
Fausto sólo pudo decir:
—Señora Carmen, ¿dónde está Noela?
—Se ha ido —Carmen lo miró con cara de desconcierto:
—¿Qué ha pasado?
—Nada —dijo Apolo.
—¿Por qué se comportan tan raro hoy Noela y Apolo? —Carmen se giró y le susurró a Fausto.
Fausto también frunció el ceño:
—Noela ya es adulta. Hay cosas que no quiere contarnos, pero creo que puede manejarlas por sí misma.
El teléfono de Noela sonó cuando salió de casa.
Miró su teléfono. La llamada era de Apolo. Colgó el teléfono.
Justo cuando lo colgó, su teléfono volvió a sonar en el siguiente segundo.
Noela se sintió impaciente. Entonces apagó directamente el teléfono.
Ni siquiera quería ver el nombre de Apolo en este momento.
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