Era una noche fría. Se levantó un viento y un escalofrío invadió a Noela.
Yadira ayudó a Noela a cerrar la cremallera de su chaqueta y luego le dijo con suavidad pero con firmeza:
—Pase lo que pase, siempre estaré contigo.
—No te pongas ñoño conmigo. No lo soportaré —El tono de Noela estaba lleno de disgusto, pero dijo con una sonrisa.
Yadira miró a Apolo, que esperaba no muy lejos, y dijo:
—Date prisa y vuelve.
Noela subió al coche y se sentó junto a Apolo en el asiento trasero.
En cuanto el coche se movió, Apolo se inclinó hacia Noela y le dijo:
—He visto que estás hablando y riendo con Yadira hace un momento. ¿Por qué me ignoras? ¿Qué he hecho mal?
Noela apartó a Apolo:
—Tienes una novia. Por favor, aléjate de mí.
—¿Quién te dijo eso? Ahora no tengo novia.
Noela miró a Apolo. De repente, recordó:
—¿Estás hablando de Susana? Haré que Tomás informe al departamento de relaciones públicas mañana y lo haga público.
—¿Qué mensaje?
—Para decirle a todo el mundo que Susana y yo hemos roto.
Si no fuera porque Noela la mencionó, no habría recordado quién era Susana. ¿Cómo podía seguir recordando que Susana era su novia?
Ahora, ¿Noela estaba satisfecha? Al menos, podría sentirse mejor ahora.
—¿Susana estuvo de acuerdo? —Noela todavía parecía infeliz.
—Susana entró en mi habitación sin mi permiso —Apolo se enfadó al pensar en aquel día.
Noela guardó silencio por un momento:
—Sigues siendo como antes.
—¿Qué quieres decir?
Cerilo se fue en el momento en que Aurora se bajó.
Noela se quedó boquiabierta:
—Cerilo es demasiado cruel. ¿Cómo pudo dejar a una mujer aquí abajo sola?
Apolo también los vio, y asintió con la cabeza:
—Así es.
Como el coche de Cerilo se alejó, la carretera era ya lo suficientemente ancha. Noela le pidió al conductor:
—Pare cuando pasemos por delante de esa mujer.
Entonces el conductor detuvo el coche junto a Aurora.
Noela abrió la ventanilla del coche, asomó la cabeza y gritó:
—Señorita Aurora, suba.
Aurora se dio la vuelta. Su rostro era bello y hermoso en la noche.
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