Noela miró a Apolo con enfado:
—¡Gracias por tu contribución!
—No tenía otra manera. Delfino lo invirtió, y yo tengo que apoyarlo —Apolo reveló su habitual sonrisa descuidada.
—Dame eso entonces —La mirada de Noela se posó en la bolsa en la mano de Apolo.
Ese bolso era de la Sra. Tapia. Y Noela lo compró para ella. Apolo la estaba buscando con este bolso. La Sra. Tapia debe haber hecho algo para Noela.
—Mi madre preparó unos bocadillos —Apolo echó un vistazo a la bolsa y se la entregó a Noela—. Ni siquiera la he cogido. Sólo tú puedes probarlo. Quizá seas la verdadera hija de mi madre.
—Dale las gracias a la Sra. Tapia de mi parte —Noela tomó la bolsa.
...
Kadarina condujo el coche y silbó para que Noela subiera.
—Tengo que irme.
Noela estaba a punto de irse, y entonces oyó a Apolo decir:
—¡Espera!
—¿Algo más? —Le preguntó Noela.
¿Qué más?
Apolo no sabía cuándo volvería a ver a Noela. Se daba cuenta de que Noela estaba de buen humor, así que quería hablar más con ella.
Apolo recordó de repente:
—He oído que has firmado un anuncio con Universo.
—Así es. ¿No lo sabes? —Noela lo miró, un poco desconcertada.
—El universo tiene un gran potencial. El jefe también es joven. Pero antes no hacían publicidad. ¿Por qué han acudido a ti de repente? He oído que han recortado los gastos de publicidad —Apolo sintió que algo iba mal.
Apolo ya no era el supervisor directo de Noela. Se enteró después de que se publicara la noticia. En ese momento, sólo le echó un vistazo a toda prisa. Kadarina no parecía tener suficiente experiencia, pero seguía siendo fiable en su trabajo.
Pero entonces supo que había un descuento en las tasas de publicidad. Este asunto no era sencillo.
Kadarina se bajó inmediatamente para abrirle la puerta a Noela y tomó su bolso.
Kadarina miró la bolsa y preguntó:
—¿Qué es esto?
—La Sra. Tapia me preparó unos bocadillos —Noela bajó el cuerpo y se sentó en el coche.
—Sus bocadillos son los mejores —Kadarina sacó entonces un trozo y lo probó. Luego se fue con Noela, riendo y charlando.
Apolo vio desaparecer el coche de Noela. Luego volvió a entrar lentamente en su coche.
La señora Tapia llamó a Apolo.
—Apolo, ¿le diste los bocadillos a Noela?
—Sí.
—Genial —La señora Tapia guardó silencio un momento y preguntó—. Hijo, ¿qué te ha pasado?
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