—Apolo, por fin has accedido a verme —Susana se acercó con una sonrisa. Quería sentarse junto a Apolo.
Sin embargo, Apolo apartó de una patada la silla que estaba a su lado antes de que ella se acercara a él.
Susana dejó de sonreír y el miedo se reflejó en sus ojos. Dijo tímidamente:
—Apolo, ¿qué ha pasado? ¿Por qué de repente...?
Sólo entonces Apolo dejó el teléfono a un lado y se volvió hacia Susana. Luego, señaló la silla de enfrente y le indicó que se sentara allí.
Susana estaba descontenta.
Apolo era tan amable con ella antes. Pero parecía una persona diferente y su actitud le producía escalofríos.
Susana no estaba familiarizado con un Apolo tan frío e indiferente.
Antes de contarle a Apolo su embarazo, Apolo la trataba así.
El orgullo y la nobleza estaban dentro de Apolo.
La gente se sentía como si la miraran por encima del hombro incluso cuando Apolo les hablaba con una sonrisa. No se atrevían a ser presuntuosos.
En este momento, Susana tuvo una sensación.
Susana tenía que obedecer a Apolo aunque no estuviera dispuesta a hacerlo. Ya no se atrevía a sentarse junto a Apolo.
Después de sentarse, Susana dijo:
—Apolo, me alegro mucho de volver a verte.
Apolo se recostó en su silla y la miró. Susana no pudo ver ninguna expresión ni en su cara ni en sus ojos. Apolo no se sentía en absoluto conmovido.
Apolo frunció los labios. Parecía impaciente y desagradable.
—Fuiste a ver a Noela, ¿no? —dijo Apolo con calma.
Susana no podía entender qué pasaba por la cabeza de Apolo.
—Sólo quería verte. Sabes lo mucho que te quiero. Y tú también me quieres, ¿no?
Apolo tiró de las comisuras de su labio inferior. Parecía frío:
—¿Cómo te atreves a ir a por Noela?
Susana estaba aturdida:
—Por favor, entre.
Entonces, alguien entró.
Cuando Susana vio claramente al hombre, sus ojos se abrieron de par en par. Estaba sorprendida y nerviosa, su voz temblaba:
—Eres tú....
Era un hombre de aspecto medio y parecía demacrado. Miró fijamente a Susana y sonrió:
—Susana, cuánto tiempo sin verte.
Susana miró a Apolo y negó apresuradamente:
—¡No te conozco!
—Aquino Ramírez —Dijo Apolo de repente. Sacó una bolsa de papel marrón y la arrojó sobre la mesa.
Aquino, que estaba mirando a Susana, se apresuró a acercarse cuando Apolo lo llamó por su nombre.
—Sr. Apolo, ¿esto es para mí? ¿Qué es?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera
Quiero seguir leyendo...