Matrimonio de primera romance Capítulo 1494

Kadarina se arrepintió al terminar la frase.

No quería que Juan la enviara a casa, y ahora, tenía que invitarle a comer.

Apolo le pagaba el alquiler y también subvencionaba sus gastos de manutención. Le daba vergüenza seguir pidiéndole dinero.

Hace unos días le pagaron el sueldo, así que Apolo ya no tuvo que pagar sus gastos de manutención.

No esperaba que comprara la cena de Juan antes de tener suficiente dinero.

Era imposible agasajar a Juan, un gran jefe, con una comida cutre.

—No esperaba que pudieras permitirte vivir aquí. Es más, todavía tienes dinero extra para invitarme a cenar.

Juan sonrió amablemente.

Pero Kadarina sintió que se burlaba de ella.

—Bueno, más o menos —Kadarina no quería explicarle a Juan con detalles. Se sentía extraña de explicar todo con demasiada claridad.

Juan no iba a dejarla ir así como así.

La sonrisa de Juan se intensificó y dijo tranquilamente:

—Señorita Kadarina, aunque usted es la agente de la señorita Noela, sigue siendo una becaria. Por lo que sé, el salario del becario no debe ser suficiente para pagar el alquiler mensual aquí.

Kadarina miró a Juan con incredulidad:

—¿Me estás investigando?

Si no la investigaba, ¿cómo podía saber un gran jefe como Juan cuánto ganaba?

—No necesito investigar. Es sólo sentido común —dijo Juan en voz baja.

Kadarina sintió que volvía a ser despreciada por él.

Estaba más confundida sobre lo que Juan estaba pensando. Decidió dejarlo claro.

—Sr. Juan, no sé por qué insistió en enviarme a casa en taxi. Pero no somos tan amigos. Tienes a tu prometida y deberías comportarte con dignidad.

Kadarina estaba muy seria.

Creía que si tuviera un espejo, vería su expresión tan seria como la de un pedante.

—Haré que el conductor me recoja. Ve tú primero —Era medianoche y debía ir a casa a descansar bien.

Kadarina asintió y caminó hacia la zona residencial. Tras dar unos pasos, se dio la vuelta y miró en silencio a Juan.

Juan estaba de pie bajo las lámparas de la calle. Era alto, delgado y majestuoso.

Era una pena que tuviera una prometida.

Kadarina volvió a suspirar y se apresuró a entrar en la zona residencial.

Cuando llegó a casa, llamó a Noela.

—Noela, ¿estás en casa?

Noela y Apolo acababan de llegar a casa.

Apolo se quedó dormido en el camino de vuelta. Pidió a un guardia de seguridad que llevara a Apolo a casa y en ese momento estaba limpiando la cara de Apolo.

—Acabamos de llegar —Noela encendió el altavoz y lo dejó a un lado. Siguió limpiando la cara de Apolo y preguntó:

—¿Te ha mandado Juan a casa?

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