—Noela, hablo en serio. Piénsalo, ¿vale?
Pascual pensó que había mostrado su máxima sinceridad. Además, había sido amigo de Noela durante muchos años. Pensó que ella no lo rechazaría directamente.
Noela firmó. Levantó la cabeza y preguntó:
—Pascual, ¿qué te gusta de mí?
A los ojos de los hombres, Noela era sin duda una belleza. Sus ojos eran impresionantes.
Pascual siempre pensó que Noela tenía los ojos más bonitos del mundo.
Mirando a los ojos de Noela, se quedó un poco despistado. Pensó que, después de tantas miradas, nada en los ojos de Noela había cambiado. Eran tan limpios y puros como antes.
Pascual estaba algo nervioso. Extendió la mano hacia su pitillera. De repente, pensó en lo que Noela acababa de decir, así que retiró la mano.
—Me gusta todo de ti.
Pascual no mintió. No había secretos en su círculo. Y ni un solo secreto podía ser guardado por mucho tiempo. Noela llevaba muchos años en el círculo del espectáculo. Todo el mundo sabía lo que había hecho y lo que no.
Comparada con otras mujeres, Noela era impecable. Sería una buena esposa.
Noela se rió:
—No te gusto nada.
Pascual frunció el ceño:
—Noela...
Noela le interrumpió:
—¿Sabes por qué he estado soltera todos estos años? Es porque nunca he conocido a nadie que me hiciera sentir que debía estar con él. Debo ser la única mujer que mi marido ama. Lo que quiero es un amor único. No soporto que un hombre se case conmigo por otras razones.
Así es. Ella no estaba esperando a Apolo.
También trató de encontrar un hombre así, un hombre al que estuviera dispuesta a amar de todo corazón.
Pero no encontró a ese hombre.
El tono de Noela era suave. Pero hizo que Pascual sintiera que lo habían descubierto. Sintió vergüenza de sí mismo.
Originalmente, no sentía que hubiera nada malo en sus pensamientos. Pero el tono serio de Noela le hizo sentir que era muy despreciable.
Nunca había pensado en el amor. No la odiaba. Crecieron con una formación similar. Ella sería una esposa adecuada.
En ese momento, se sirvieron los platos que habían pedido.
Noela le puso los platos delante y le dijo en tono reconfortante:
—Toma más.
Pascual no rechazó su amabilidad.
A mitad de la comida, levantó de repente la cabeza y miró a Noela:
—¿Sigues esperando a Apolo?
Noela no sabía cómo responder a su pregunta.
¿Debe decirle que ya están juntos? ¿O debería decírselo otro día?
A los ojos de Pascual, Noela dijo sí con su silencio.
Pascual dijo:
—Tú...
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