Noela no sabía qué era lo que le hacía tanta gracia para que Yadira se riera durante tanto tiempo.
—Tranquila, Noela, por si te haces daño —intentó calmar a Yadira.
Yadira finalmente se calmó y preguntó:
—¿Por qué la blasfemia? ¿Es Delfino un dios?
—Es una figura legendaria. Es el tipo de persona que la gente adora. ¿Sabes lo que siento por él?
Noela miró fijamente a Yadira e intentó transmitirle sus pensamientos.
Justo cuando Yadira estaba a punto de hablar, Noela hizo un gesto con la mano y dijo:
—No, no lo tienes. Olvídalo. Después de todo, ya tienes un segundo hijo con él.
Noela sonrió y se miró la barriga.
Yadira sintió que ya no era inocente. No podía creer que hubiera pillado a Noela de golpe. Miró a Noela con vergüenza e indignación:
—Intenta comportarte. Todavía no te has recuperado.
—Eso no es nada. Si me porto bien, me temo que te preocuparás aún más...
La puerta de la cocina estaba abierta y Apolo podía oír cómo se reían fuera.
Se dirigió a la puerta de la cocina y miró al exterior. Entonces vio a Noela y a Yadira en el balcón, charlando y riendo con gran deleite.
—Fechas rojas.
Le dijo Delfino con impaciencia.
En cuanto Apolo entró en la cocina, siguió balbuceando. Delfino estaba muy molesto. Y ahora se dirigía a la puerta a escondidas. Delfino sería un holandés si no estuviera cabreado.
—Delfino, ven aquí —La cara sombría de Delfino no llegó a molestar a Apolo. Entonces se dio la vuelta, agitó la mano hacia Delfino y le dijo que viniera.
Delfino le dirigió una mirada de «no estoy interesado».
Pero, aun así, dejó el cuchillo y se dirigió a Apolo, situándose finalmente al otro lado de la puerta de la cocina.
—Míralos. Han estado ahí el uno para el otro desde la universidad. ¿Cómo se siente eso? Debe ser muy bueno, ¿verdad? —dijo Apolo con lástima.
Delfino podía decir que lo sentía.
Apolo se arrepintió de haberse ido al extranjero entonces.
Delfino no pudo evitar girarse para mirar a Apolo.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —Apolo sintió la mirada de Delfino y alargó la mano para tocarse la cara. Estaba confundido:
—Nada en absoluto.
Delfino preguntó:
—¿Qué te pasa?
Apolo se quedó atónito por un momento.
—Estoy bien. ¿Por qué?
Delfino conocía bien a ese Apolo. Debajo de su apariencia de fanfarrón, era en realidad un hombre sensible.
Recordó la conversación que acababa de tener con Apolo y pensó que éste seguía pensando en su Noela de la universidad.
Delfino pensó un rato y dijo:
—Jack siempre tendrá su Jill, no importa lo que haya pasado en su camino.
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