Aunque Juan había estado ocupado con su carrera y no tenía tiempo para enamorarse, nunca le faltaron mujeres a su alrededor.
Había todo tipo de mujeres.
Eran gentiles, apasionados, audaces y reservados...
Pero nunca conoció a alguien como Kadarina.
—¿No te... no te gusta el apelativo? —Kadarina notó el cambio en la expresión de Juan y preguntó con cuidado.
Juan respiró hondo y dijo:
—¿Qué te parece?
Kadarina se quedó sin palabras.
¿Por qué este hombre era así?
No paraba de decir «qué dices» y «qué piensas».
Si lo supiera, no se lo habría pedido.
Afortunadamente, Kadarina era directa pero no estúpida.
Se dio cuenta de que a Juan no le gustaba este apelativo.
¿Pero sería descortés decir su nombre?
—... ¿Juan?
Kadarina intentó llamarle por su nombre de pila, pero se sintió muy extraña en cuanto lo hizo.
Juan tenía el aspecto de una élite de los negocios que se ocupaba de las cosas a la perfección, lo que le hacía parecer distante, por lo que Kadarina no le llamaba por su nombre. Pensó que hacerlo arruinaba directamente su imagen.
Juan suspiró.
De todos modos, fue mejor que «Señor Juan».
—Vete a casa en cuanto termines. Llámame si necesitas algo —Juan se alejó en cuanto terminó de hablar.
Kadarina se quedó quieta un rato. Se sintió feliz de hacerse amiga de Juan.
Pensaba que Juan era un mal tipo porque se había aprovechado de Noela antes, y estaba enfadada por ello.
—Sólo comimos algo de comida rápida —respondió Kadarina con sinceridad.
—¿Qué? —Noela pensó que había escuchado mal.
—Dijo que tenía prisa, así que comimos algo casualmente... —Avergonzada, Kadarina añadió—. Fue él quien hizo cola para comprarlo. Le dije que la próxima vez yo invito.
—Oh, ya veo —Dijo Noela en tono significativo.
Al haber estado trabajando para Noela estos días, Kadarina la conocía mejor y entendía lo que quería decir.
—No es lo que piensas. Juan y yo sólo somos amigos... —Kadarina explicó.
—Así es. Has empezado a llamarle Juan, y sólo sois amigos —Noela se estaba burlando de Kadarina.
—Noela, eres tan molesta. Tengo que colgar. Voy a entrevistar a tu asistente.
—Muy bien, gracias, Kadarina.
Después de colgar el teléfono, Noela se dio cuenta de que se había amontonado el cuenco que tenía delante, que estaba lleno de la comida que Apolo recogió para ella cuando contestó al teléfono.
—No pongas tanta comida en mi plato. No puedo comer tanto —Aunque Noela dijo que no le gustaba, siguió comiendo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera
Quiero seguir leyendo...