—¿Qué tiene de bueno? —Apolo miró a Noela con tristeza.
Noela no sabía por qué Apolo se había enfadado tanto de repente.
Noela frunció los labios y dijo:
—Es bueno que no te hayas saltado el semáforo.
Apolo estaba enfadado. Anoche, cuando estaban juntos, Noela seguía estando bien. Pero hoy no lo estaba.
En lugar de visitar a Pascual por la mañana, Apolo debería haber visto su actuación.
Pascual era vibrante. No se lastimó en absoluto.
La persona que resultó herida fue Noela.
Apolo se sentó en silencio junto a la cama, enfadado consigo mismo.
Noela se dio cuenta y dijo:
—Pele una manzana para mí.
Al oír esto, Apolo se levantó para coger la manzana y el cuchillo.
Descubrió que había muchas frutas y aperitivos. También había un ramo de flores.
Eran rosas.
—¿Quién ha enviado esto? —preguntó Apolo mientras señalaba las rosas.
—No lo sé —dijo Noela.
Apolo levantó las cejas:
—¿No lo sabes?
—Me ha visitado tanta gente. ¿Cómo puedo recordar lo que han traído? —dijo Noela enfadada.
Apolo se acercó, recogió las rosas y las tiró a la papelera.
Noela no lo sabía, pero Apolo sabía que debía ser Xaime.
Noela estaba tan enfadada que se quedó sin palabras:
—¿Qué estás haciendo?
—He dicho que deberíamos romper —dijo Noela mientras miraba a Apolo.
Apolo sostenía el cuchillo. De repente, peló más fuerte y se cortó la mano. La sangre brotó inmediatamente.
Al ver la sangre, Noela sintió pánico. Pero al comprobar que Apolo seguía sin expresión, no dijo nada.
—Si no dices que sí, no vengas más a verme. No es necesario que nos veamos —dijo Noela con tranquilidad.
Parecía mucho más fácil estar separados que estar juntos.
Apolo ignoró la herida y siguió pelando la manzana.
Todavía sangraba. La sangre goteaba y se fundía en sus pantalones negros. Nadie puede decir dónde estaba la sangre.
Noela forcejeó, pero aún así sacó una tirita y se la lanzó a Apolo con la mano que no estaba herida.
Apolo miró la tirita y siguió pelando.
Noela sabía que estaba enfadado.
Apolo no cogió la tirita. Noela también resistió el impulso de recogerla.
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