Cuando Kadarina llegó a casa, sacó la pulsera que le había regalado María.
Fue realmente bueno y valioso.
Ya había visto algo así de bueno antes, pero fue la abuela de Juan quien se lo regaló, así que siempre tuvo la sensación de que algo iba mal.
La abuela de Juan probablemente la malinterpretó a ella y a Juan, ¿verdad?
Pero ella no tenía nada que ver con Juan.
Pero ahora que esta pulsera estaba en sus manos, no podía explicarlo con claridad.
Kadarina suspiró, e inmediatamente buscó en la habitación algo para contener esta valiosa pulsera.
Para ser sincera, ni siquiera pudo encontrar un recipiente lo bastante bueno para la pulsera.
Si le pasaba algo a esta pulsera, no podría devolvérsela a Juan.
Pensó que Juan probablemente sólo quería que se la llevara porque no quería hacer infeliz a su abuela. Sin duda tendría que devolver la pulsera más tarde.
Finalmente, Kadarina guardó la pulsera en una de sus cajas de collares.
Era su mejor caja de collares.
Después de terminar todo esto, fue a darse una ducha y a prepararse para irse a la cama. Mañana tenía mucho trabajo.
Kadarina se quedó dormida después de ducharse.
Comprobó la hora antes de acostarse, puso el despertador y cerró los ojos plácidamente.
Pero antes de cerrar los ojos, siempre tenía la sensación de haber olvidado algo.
Se quedó pensando un rato, pero antes de poder recordar nada, se durmió aturdida.
En mitad de la noche, oyó débilmente que llamaban a la puerta.
¿Quién llamaría a la puerta en mitad de la noche? Debería ser un sueño.
Pensando en esto, se dio la vuelta y volvió a dormirse.
Cuando las personas estaban medio dormidas y medio despiertas, sus cerebros no estaban muy claros y eran incapaces de distinguir entre los sueños y la realidad.
Pero en este momento, ¿quién sería?
Kadarina recordó las noticias sociales que había visto antes, así como la historia que Juan le había contado sobre el robo a los empleados de su empresa. El corazón le dio un vuelco y empezó a tener miedo.
¿Sabían los malos que la seguían desde hacía tiempo que vivía sola y venía a medianoche...
Cuanto más pensaba Kadarina en ello, más miedo sentía. Se dio la vuelta y fue a la cocina a por un cuchillo para protegerse.
No podía ver lo que pasaba fuera desde dentro.
—¡Kadarina!
En ese momento, oyó que la llamaban desde fuera.
El aislamiento acústico de la casa era bueno, pero como estaba en la puerta, podía oír las voces de la gente de fuera.
Este gángster era increíble. Realmente sabía su nombre.
Debió de observarla durante mucho tiempo.
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