Cuando Yadira terminó de hablar, Delfino no respondió inmediatamente.
Esperó un momento antes de darse cuenta de que Delfino no iba a decir nada, así que dijo:
—¿Entonces está decidido? Le preguntaré lo que piensa ella.
Delfino no se opuso, así que Yadira se dirigió directamente a Licia.
Cuando Yadira fue a buscar a Licia, ésta estaba sentada frente al espejo jugueteando con su peluca.
No había mujer que no amase la belleza.
Por no hablar de una mujer como Licia, que llevaba una vida de refinamiento sin parangón.
Incluso cuando estaba enferma y casi se le había caído todo el pelo, tenía muchas pelucas a su disposición. De todo tipo, largas y cortas, lisas y rizadas.
Licia vio entrar a Yadira, dejó la peluca en la mano, giró la cabeza y le preguntó a Yadira:
—¿Pasa algo?
Yadira avanzó unos pasos más y se detuvo a poca distancia de Licia antes de comenzar a hablar:
—Delfino y yo vamos a volver a la Ciudad Mar.
Vio que el cuerpo de Licia daba un ligero respingo ante sus palabras. Era una señal de sorpresa.
Yadira continuó:
—Quiero llevarme a Raquel.
Al final de la frase, Licia se levantó de un salto y dijo:
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué quieres llevarte a Raquel? Está bien aquí, ¿no? Sería un inconveniencia para ti traerla de vuelta a la Ciudad Mar.
—Somos sus padres, tenemos más razón para estar a su lado en un momento así.
Las palabras de Yadira parecían ser lo único que dejaba a Licia momentáneamente incapaz de encontrar un contraargumento.
—Bueno... —Licia dejó escapar un leve suspiro y asintió pensativa—. Es cierto, al fin y al cabo, es tu hija y es justo que esté contigo.
A pesar de los esfuerzos de Licia por reprimir sus emociones, Yadira detectó un brillo de pérdida bajo sus ojos.
Observó todas las reacciones y expresiones de Licia.
Pero ella sólo miraba sin decir nada.
Yadira mencionó, como sin pensarlo:
—¿Y tú? ¿Vas a volver con nosotros?
Ante las palabras de Yadira, la sorpresa de Licia ya no pudo ocultarse.
—Raquel ha vivido aquí todos estos días y debe conocerte mucho. Si puedes volver con ella, podrá ayudar a su situación si ella puede verte todos los días.
Con este comentario, toda la atención de Yadira recayó en Raquel. Pero Licia no era tonta, podía oír que Yadira quería llevarla de vuelta a la Ciudad Mar con ella.
Aunque no había hablado con Yadira de cara a cara muchas veces, eso no le impidió conocerla.
Yadira no era una persona imprudente y el hecho de que dijera algo así significaba que ya lo había hablado con Delfino.
Licia miró a Yadira durante un rato sin pronunciar palabra, con la boca ligeramente abierta y tenía lágrimas brillando en sus ojos.
—Prepárate, si quieres. Nos vamos en un rato.
Yadira no tenía intención de quedarse a ver a Licia llorar y mucho menos quedarse a consolarla.
Cuando Yadira se dio la vuelta para salir, captó una mirada discreta, vio que Licia se levantó y se pasó la mano por la cara pareciendo secar las lágrimas.
Fingió no ver nada y salió directamente.
***
Ni Yadira ni Delfino habían traído nada, por eso no tuvieron que hacer la maleta, pero no fue fácil convencer a Raquel de que se subiera al coche.
Raquel parecía estar utilizando su pequeña habitación como su zona segura, por lo que, era muy reacia a abandonarla.
A Yadira le costó mucho meter a Raquel en el coche.
También, regresó con ellos el guardaespaldas de Licia, Maximiliano.
Yadira sentía un poco de curiosidad por Maximiliano, sobre todo, porque no parecía un guardaespaldas corriente.
Pero no tuvo la oportunidad de preguntarle a Delfino sobre Maximiliano en el camino, ya que Raquel se mantuvo cerca de ella.
La familia de tres se sentó en la última fila, Delfino y Yadira a cada lado y Raquel en el centro.
Delfino frunció el ceño y tiró de ella.
—No hace falta.
Yadira sonrió, retiró su propia mano y fue a buscar a Licia.
La sirvienta había dispuesto a Licia la habitación de invitados, que tenía pocas cosas y aún faltaban muchas por añadir.
Yadira dijo a la manera de una anfitriona:
—Si hay algo que necesitas, sólo pídelo a las sirvientas.
Los ojos de Licia se dirigieron a Yadira y miraron detrás de ella.
Yadira sabía que estaba mirando para ver si Delfino había llegado, pero estaba condenada a la decepción.
Yadira fingió no saber nada y le dijo:
—Descansa un poco.
Salió de la habitación de Licia y no había dado más que unos pasos cuando sonó su teléfono.
Cuando vio el número, su expresión se hundió al instante.
Fue Mariano quien la llamaba.
¿Qué hacía Mariano llamándola a estas horas?
Yadira dudó un momento antes de coger el teléfono.
—¿Sí? —Yadira no tenía buen humor con él, y preguntó sin rodeos.
Mariano le preguntó:
—¿Dónde fuisteis anoche Delfino y tú?
Yadira se sorprendió de que Mariano supiera que Delfino había salido anoche de la Ciudad Mar.
Mariano conocía muy bien su itinerario.
Pero Mariano no sabía que ella había salido de la Ciudad Mar antes que Delfino, sino pensaba que ella y Delfino se habían ido juntos anoche.
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