Yadira salió de prisa.
Mientras salía con la cabeza gacha, no se dio cuenta de que otra persona también se acercaba por el otro lado, por lo que chocó con aquella persona.
Yadira dijo sin levantar la cabeza:
—Lo siento.
—¿Yadira?
Cuando Yadira escuchó aquella voz, se detuvo de repente. Volteando para ver atrás, descubrió que era Mariano, parecía que él estuviera en todas partes.
Mariano la vio darse la vuelta, por lo que le lanzó una sonrisa y le preguntó:
—¿Has venido a comer?.
Yadira miró a Mariano extrañada, pues ella acababa de salir de un restaurante.
—¿Todavía eres capaz de preguntar eso?
Como Mariano también estaba en el restaurante en ese momento, debía ser obvio lo que ella vino a hacer allí. De seguro, el debía haberla visto sentada frente a Delfino y a Ximena.
Como Yadira ya había dicho esto, Mariano ya no pretendió actuar como si esto fuese un encuentro casual, por lo que se acercó le acercó y le dijo con una sonrisa:
—Sí, lo vi todo. ¿Ahora me crees? Tú y Delfino no son el uno para el otro.
Yadira ya estaba de mal humor, además, no era la primera vez que Mariano decía esto.
—¡No es asunto tuyo! —Ella resopló fríamente, para luego dirigirse hacia el aparcamiento.
Mariano se quedó mirando cómo ella se alejaba. Encendió un cigarrillo mientras una sonrisa se hacía más evidente en su rostro, al parecer porque estaba disfrutando algo.
Se quedó en la puerta por un tiempo, tras terminar de fumar su cigarrillo, volvió a entrar al restaurante.
Mariano miró hacia donde estaban sentados Delfino y Ximena y con una leve sonrisa, tiró el sobrante del cigarrillo a la papelera y caminó tranquilamente hacia ellos.
Los platos que fueron servidos para Ximena y Delfino ya habían sido retirados, y solo quedaba un café frente a ellos. Ximena estaba hablando mientras Delfino levantaba la cabeza para mirar por la ventana, era como si su mente estuviera en otra parte, y no se sabía donde.
Mariano se acercó y se detuvo ante la mesa, pregunto sonriendo:
—¿Les importa que me siente?
Delfino no le prestó atención, pero Ximena preguntó impaciente:
—¿Quién eres?
Por fin tenía la oportunidad de comer con Delfino, ¿por qué siempre había alguien que les molestaba?
Mariano se sentó, su mirada barrió de un lado a otro entre los dos, y luego profundizó su sonrisa:
—Soy el amigo del señor Horacio.
Al oír esto, Ximena se volvió para mirar a Delfino. Sin embargo, Delfino continuó mirando por la ventana, con la mirada perdida.
—Delfino. —Ximena susurró.
Solo entonces Delfino regreso de su mundo. Se giró y vio a Mariano con frialdad, sin decir nada. Entonces, se limitó a mirar el reloj de su muñeca, se levantó y le dijo a Ximena:
—Se hace tarde. Vayámonos.
Ximena vio que Delfino no prestaba atención a Mariano, así que se levantó con la intención de irse junto con él.
Sin embargo, cuando se levantó, derribó accidentalmente la taza de café. Afortunadamente, Delfino se dio cuenta de lo sucedido y tiro de ella, de lo contrario, el café se habría derramado sobre ella.
El café goteaba desde el borde de la mesa, y Ximena se volvió para mirar a Delfino con una tímida sonrisa.
Delfino miró sin expresión a Mariano y se fue abrazando a Ximena. Entonces, Mariano, al verlos irse, su sonrisa se intensificó aún más.
En cuanto Delfino salió del restaurante, retiró la mano que sostenía el hombro de Ximena. Lo hizo tan rápido que Ximena se dio cuenta de que lo que Delfino había hecho allí era solo una actuación.
Al pensar en esto, Ximena se sintió un poco molesta y miró a Delfino con insatisfacción.
Delfino no la miró en absoluto e hizo una llamada:
—Le pediré a Xulio que te envíe de vuelta.
Al escuchar lo que dijo, su insatisfacción desapareció de inmediato. Ximena sonrió y se dispuso a abrazar a Delfino:
—Gracias.
La recepcionista miró al otro lado y vio a la asistente de Noela:
—Su asistente está allí.
La asistente se acercó y miró a la recepcionista.
—La llevaré arriba.
Cuando Yadira entró en el ascensor, la asistente le explicó:
—Acaban de llamar a Noela para una reunión, por lo que la llevaré arriba.
Yadira subió y esperó un rato antes de que Noela se reuniera con ella.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué quieres ir a beber? —Noela se sentó junto a Yadira, se inclinó hacia ella y le preguntó.
Yadira dijo con indiferencia:
—Estoy disgustada y cuando estoy disgustada, quiero salir a tomar.
—De acuerdo, espérame. Voy a por mi bolso. —Mientras Noela hablaba, se levantó para recoger sus cosas.
Cuando las dos bajaron, se encontraron con Apolo en la entrada del ascensor.
—¿Yadira? —Apolo se sorprendió—. ¿Por qué no vienes a verme ya que estás en la empresa? Deberías haberme hecho una llamada.
—Solo vine a ver a Noela. Nada más.
Yadira descubrió que Apolo y Noela no se hablaban.
Apolo le dio una palmada en el hombro a Yadira con entusiasmo:
—Muy bien, ven a buscarme la próxima vez.
Yadira respondió:
—De acuerdo.
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