Ya no había noticias en Internet, pero todo el mundo alrededor de Yadira sabía lo de Raquel.
¿Fue una advertencia?
En ese momento, Yadira recibió un mensaje de texto.
—Ve a la cafetería a las ocho de la noche si no quieres que Raquel se exponga —Adjuntaba estaba la dirección del café.
Yadira nunca había estado en esta cafetería, pero la dirección le resultaba familiar.
Estaba cerca de la villa de los Jimenez.
El mensaje era de un número desconocido.
Después del trabajo, Yadira llevó a Raquel a cenar al Club Dorado.
Yadira no se fijó en Apolo cuando se acercó.
Pero en cuanto Yadira terminó de pedir, Apolo se acercó.
En cuanto Apolo se acercó, sonrió y saludó a Raquel:
—Raquel.
—Tío Apolo —Raquel inclinó la cabeza y saludó a Apolo.
Apolo se burló de Raquel y le dijo a Yadira con expresión solemne:
—Tú lo sabes, ¿verdad?
Muchos conocidos enviaron mensajes a Yadira para preguntar por Raquel. Entonces, ¿cómo es posible que Apolo no se haya enterado?
Yadira asintió:
—Sí.
—¿Entonces qué vas a hacer? —preguntó Apolo a Yadira.
Yadira se volvió para mirar a Raquel. Raquel estaba tumbada en la mesa del comedor, escuchándoles con curiosidad. Yadira sonrió a Raquel y le dijo a Apolo:
—Bueno, ¿qué más puedo hacer?
Como Raquel estaba aquí, Yadira seguía pareciendo amable. Sin embargo, sus palabras sonaban frías.
Apolo conocía las ideas de Yadira.
Salia parecía estar inquieta. Miró a la entrada de la cafetería de Xulio removiendo el café delante de ella, tomando un sorbo, y cambiando de postura.
Yadira miró a Salia un momento antes de abrir la puerta y dirigirse directamente a la cafetería.
En cuanto Yadira entró en el café, se encontró con los ojos de Salia.
Salia pareció sorprenderse por un momento, pero luego fingió estar tranquila mientras cogía el café y tomaba un sorbo.
—Resulta que eres tú —Yadira se acercó a Salia y se sentó, con cara de sorpresa.
Salia parecía estar esperando que Yadira dijera eso. Salia levantó la barbilla y dijo con orgullo:
—Te dije antes que te arrepentirías. ¿Te arrepientes?
Yadira no respondió a la pregunta de Salia y dijo con calma:
—¿Cómo te enteraste de lo de Raquel?
Parecía que Salia tenía por fin la oportunidad de desahogar su ira, y parecía más arrogante:
—¿Quieres saberlo, verdad? Suplícame.
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