Al escuchar las palabras de Henrico, Salia asintió dócilmente:
—Por favor, toma primero la medicina.
Henrico no dijo nada más.
Poco después de que Henrico se tomara la medicina, Cristóbal volvió.
Nada más entrar, Cristóbal miró a Salia. Salia no sabía por qué Cristóbal la miraba fijamente nada más entrar. Le miró avergonzada:
—¿Cristóbal?
Al ver a Cristóbal, Henrico frunció el ceño y preguntó:
—¿Por qué vuelves? ¿No te ocupas de los asuntos de la empresa?
Cristóbal levantó las cejas y señaló a Salia, que estaba sentada junto a Henrico:
—No me cuestiones así. ¿Por qué no le preguntas a tu buena esposa qué ha hecho?
Al oír esto, Henrico se volvió para mirar a Salia, frunció aún más el ceño y dijo con desaprobación:
—Cristóbal, no seas tan caprichoso. Vuelve a la empresa.
—Yadira es la presidenta del Grupo Domínguez. Para ella es fácil tratar con nuestra empresa. Entonces, ¿de qué sirve que vaya a la empresa?
Cristóbal se dirigió al sofá de enfrente, se sentó y miró a Salia detenidamente.
Henrico sabía que la situación no era optimismo. Respiró profundamente varias veces y dijo:
—Llámala. La convenceré. No importa lo que haya pasado, sigue siendo mi hija. No puede ir demasiado lejos.
—No puede ir muy lejos, pero puede cerrar nuestra empresa —Cristóbal se recostó en el sofá y parecía agotado.
Salia aventuró:
—No es tan grave. Ella...
Cristóbal se burló y dijo:
—¿Por qué no hablo con ella?
Cristóbal se mofó:
—¿Funcionará?
Cristóbal también se volvió para mirar a Salia. Salia dijo con inseguridad: —Déjame probar。
Cristóbal le hizo una pregunta inesperada:
—Cuando Yadira volvió para asistir al funeral del abuelo, se llevaba bien con nosotros. ¿Por qué de repente quiere destruir nuestra empresa? Como su madre, ¿no sabes la razón?
—Ha cambiado mucho. No conozco sus pensamientos —sonrió Salia avergonzada.
Cristóbal le preguntó despreocupadamente:
—¿Qué has hecho estos días? Siempre sales últimamente.
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