Cristóbal se molestó y se giró para mirar a Salia con frialdad:
—¡Cállate!
La expresión de Salia se congeló. Bajó la cabeza con miedo y finalmente cerró la boca.
Este asunto fue causado por Salia. No se dio cuenta de su error y actuó como si nunca se fuera a arrepentir.
Al verla así, Cristóbal sintió aún más asco. Miraba al frente y conducía el coche con suavidad, pero sus palabras eran para Salia.
—¡Piensa bien quién eres y qué debes hacer! No creas que mi padre te protege de todo corazón. Has pasado más tiempo con él que yo. Sabes mejor que yo qué clase de persona es.
Las palabras de Cristóbal eran una advertencia. Salia apretó los labios y se miró las rodillas con vergüenza. Apretó el cinturón de seguridad con ambas manos.
Cristóbal tenía razón. Salia y Henrico llevaban casi 30 años juntos. Ella conocía la personalidad de Henrico mejor que nadie.
Cuando se casó con Henrico, éste estaba inmerso en el dolor de la pérdida de su esposa.
Salia le amaba de todo corazón, lo que le reconfortaba mucho. A Henrico también le gustaba Salia. Pero eso era todo.
No todos sabían lo que era el amor. No todos podían sentir la felicidad del amor.
Salia estaba segura de que Henrico la abandonaría cuando fuera necesario. Al pensar en esto, Salia sintió un escalofrío que le llegaba desde el fondo del corazón. No pudo evitar acurrucarse. Entonces, susurró:
—Lo entiendo.
Cuando Cristóbal escuchó la respuesta de Salia, tuvo una expresión de satisfacción.
Poco después, el coche se detuvo frente al Grupo Domínguez.
Cristóbal dijo sin girar la cabeza:
—Llama tú a Yadira.
Esto significaba que Cristóbal había averiguado la causa y el efecto del asunto. Lo más probable era que llamara porque había traído a Salia para disculparse con ella.
Salia llevaba muchos años en los Jiménez y pensaba que todo lo que había hecho era por el bien de la familia.
No sabía que nadie se preocupaba por ella.
Cristóbal tampoco estaba cerca de ella. Naturalmente, a él no le importaría lo que pensara Salia cuando algo hubiera salido mal, y la llevaría a disculparse con Yadira.
Yadira cogió su teléfono y se lo pasó a Xulio:
—Es mi hermano, contesta al teléfono por mí.
Xulio comprendió lo que quería decir. Contestó al teléfono en nombre de Yadira:
—Hola, ¿puedo saber por qué busca a la presidenta Yadira? Está reunida y yo soy su asistente. Puedo transmitirle su mensaje.
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