Matrimonio de primera romance Capítulo 894

Delfino se rió:

—Tienes más temperamento que antes.

Yadira le lanzó una mirada fría, pero Delfino siguió sonriendo. Al segundo siguiente, se agachó de repente y levantó a Yadira, y entró directamente en su dormitorio.

—¡Delfino!

Yadira se sorprendió por él y luchó por bajar.

Delfino la abrazó fuertemente con sus largos brazos. Y no la soltó por mucho que Yadira se resistiera. Dijo con calma:

—Baja la voz. Despertarás a Raquel.

Yadira guardó silencio por un momento. Delfino aprovechó esta oportunidad y llevó a Yadira al dormitorio. Cuando entró, cerró la puerta tras de sí y colocó a Yadira en el sofá del dormitorio.

Yadira, que fue colocada en el sofá, lanzó un suspiro de alivio. Afortunadamente, no la pusieron en la cama. Yadira se sonrojó cuando se dio cuenta de lo que estaba pensando.

«¿Qué estaba haciendo?»

Por suerte, Delfino había ido al baño a por un secador de pelo. Cuando Yadira estaba perdida en sus pensamientos, Delfino salió con un secador de pelo y decidió secarle el cabello.

Este hombre era siempre tan dominante. Yadira se sintió un poco indignada, así que no cooperó y siguió moviendo.

Al principio, Delfino lo soportó. Pronto, Delfino apagó el secador de pelo que tenía en la mano y dijo fríamente:

—No te muevas.

Sus palabras breves conllevan dignidad e irresistibilidad.

Aunque Yadira no quería dejarse obedecer a Delfino, estaba acostumbrada a eso. Dicho de otro modo, la fuerte disuasión de Delfino hizo que Yadira le hiciera caso por instinto.

Yadira escuchó el sonido del agua que salía del baño y no podía creerlo. Delfino se estaba bañando. Era tan...

Sentía que nunca conocería a alguien que pudiera ser más desvergonzado que Delfino en su vida. Todavía no perdonó a Delfino, pero éste entró en su habitación como si nada hubiera pasado y se la llevó a casa como si fuera suya. Era como si no hubiera nada entre ellos.

Yadira tenía la intención de perdonarlo, pero cuanto más lo pensaba, más se enojaba y más sentía que no debía perdonar a Delfino fácilmente. Debía dejar que él aprendiera una lección de esto.

Estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera notó que Delfino salía. Sólo cuando Delfino se acercó a la cabecera, Yadira sintió un aura familiar.

Levantó la vista y vio a Delfino de pie junto a la cama. Delfino estaba envuelto en una toalla. No hay nada malo en ello, pero esta toalla era de Yadira. Apenas podía cubrir su cuerpo.

Cuando Delfino vio que la cálida mirada de Yadira se posaba en la toalla que rodeaba su cuerpo, le explicó con seriedad:

—Aquí no tienes una toalla de hombre.

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