La habitación estaba alfombrada, así que no dolió mucho. Sin embargo, seguía habiendo un sonido sordo.
Al momento siguiente, la puerta se abrió de un empujón.
En la casa de Delfino, ¿quién más podía empujar la puerta del dormitorio principal? Yadira no se dio la vuelta, seguía tumbada en el suelo. El sonido sordo de los pasos se acercaba cada vez más.
Dijo Yadira de repente:
—Fuera.
El sonido de los pasos se detuvo por un momento, pero pronto volvió a sonar, y cada vez estaba más cerca.
El malestar y la ansiedad que Yadira había acumulado en su corazón estallaron en ese momento.
—¿No me has oído? ¡No te acerques más!
Delfino se acercó a ella y se agachó. Sin decir una palabra, extendió la mano para abrazarla.
—¡Déjame ir!— Yadira se negó fríamente.
La expresión de Delfino seguía siendo la misma, y aún así se acercó a abrazarla.
La reacción de Yadira se hizo aún más intensa. Empujó a Delfino con fuerza:
—Te dije que te fueras. ¡No me toques! ¡Fuera!
Su voz sonaba aguda porque estaba demasiado excitada. A Yadira le sorprendió su voz. Se sentó en el suelo, señalando en dirección a la puerta, con la voz más calmada:
—¡Fuera!
Por supuesto, Delfino no quiso salir. Alargó la mano y abrazó a Yadira con fuerza.
Yadira no pudo liberarse. Había estado débil todo el tiempo, y estaba un poco cansada por lo que acababa de hacer.
Abrazada a Delfino, permaneció inmóvil.
—En el futuro...
Yadira hizo una pequeña pausa, su voz era tan suave como la de un mosquito:
—¿Puedo levantarme?
Delfino respondió inmediatamente:
—Sí.
Yadira negó con la cabeza:
—Raquel.
—¡Mamá!
Justo ahora, Delfino había entrado a toda prisa sin cerrar la puerta, así que Raquel empujó la puerta y entró corriendo.
Yadira y Delfino seguían abrazados y sentados en el suelo. Raquel preguntó dudosa:
—¿Por qué estás sentado en el suelo?
El suelo estaba cubierto de una gruesa moqueta y no hacía frío.
Raquel se sentó frente a ellos. Sus dos cortas piernas estaban cruzadas, con los codos apoyados en las piernas, e inclinó la cabeza para mirar a Delfino y a Yadira.
Antes, cuando Raquel y Yadira vivían juntas, Yadira a veces se sentaba en la alfombra y jugaba con los rompecabezas.
Raquel pensó que Delfino y Yadira estaban sentados en el suelo jugando. Sin embargo, al cabo de un rato, sintió que el ambiente no era el adecuado.
Aunque Raquel no sabía lo que había pasado, su expresión cambió al mirarlos con impotencia.
Delfino sostuvo a Yadira en sus brazos y se dirigió a Raquel, diciendo:
—Sal primero. Mamá está cansada y necesita descansar.
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