Al volver a casa, Yadira dijo que quería quedarse un rato en el salón.
Delfino subió al estudio con Xulio. Raquel se quedó en el salón con Yadira.
Cuando llegó la hora de la cena, Delfino y Xulio bajaron.
Delfino le pidió a Xulio que cenara con ellos. Durante la comida, Xulio se mantuvo en silencio y rara vez dijo algo.
Curiosa, Raquel puso algo de comida en el plato de Xulio.
—Gracias —Xulio sonrió.
Raquel respondió con una sonrisa:
—De nada.
En ese momento, un guardaespaldas se apresuró a entrar y llamó:
—Señor Domínguez.
—¿Qué pasa? —Delfino estaba sirviendo los platos a Yadira. Contestó y no levantó la cabeza.
El guardaespaldas dudó antes de responder:
—Tenemos un invitado. Ahora está esperando fuera.
¿Un invitado? Yadira miró al guardaespaldas.
Los guardaespaldas debían conocer a Apolo y a Noela.
Si hubiesen venido, les dejaría entrar sin más y no necesitaría pedirles el consentimiento. Así que no podían ser ni Apolo ni Noela. Entonces, ¿quién era el invitado?
Delfino debía pensar lo mismo. Dejó los palillos y se levantó:
—Voy a echar un vistazo.
Luego, se dirigió a Yadira y le dijo:
—Come tú primero.
Yadira asintió. Yadira dio algunos bocados después de observarlo.
Pero entonces, hizo una pausa. Tras dudar un poco, encendió el interruptor de la silla de ruedas eléctrica. Retrocedió un poco y se dirigió hacia la puerta.
—¿Miguel? —Yadira lo sintió un poco extraño. ¿Por qué estaba él aquí? ¿Y cómo sabía él dónde vivían? Justo cuando Yadira iba a preguntarle a Delfino, vio que éste fijaba sus ojos en Miguel con una mirada sombría.
Al parecer, estaba enfadado. Yadira extendió la mano de Delfino. Delfino se volvió hacia ella y su melancolía se disipó de inmediato. Pronto se recuperó para estar tranquilo como siempre.
Yadira le preguntó:
—¿Por qué viene Miguel a verte?
—No tiene importancia —contestó Delfino.
Entonces, levantó la mano para hacer una señal de «échalo» Los guardaespaldas asintieron y empujaron directamente a Miguel. En inferioridad numérica, Miguel fue naturalmente expulsado de una patada.
Pero Miguel no se resignó:
—¡Yadira, he venido a verte! ¡Ven! Soy tu amigo!
Delfino estaba a punto de empujar a Yadira cuando su rostro se ensombreció.
Se dio la vuelta y escupió:
—¡Échalo a patadas!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio de primera
Quiero seguir leyendo...