Fidelio y Delfino bajaron las escaleras.
Llegaron al patio encontrando que estaba ventoso.
Fidelio miró hacia el cielo y le dijo a Delfino:
—Va a llover.
Delfino también miró hacia el cielo. Luego bajó la cabeza y dijo con calma:
—Me tengo que ir.
—¿Cuándo regresarás? —preguntó Fidelio.
—Cuando estoy libre —dijo Delfino y salió.
Fidelio se rascó la cabeza y lo siguió.
Cuando despertó, Yadira escuchó débiles sonidos del exterior, pasos y voces, y se movía la cabeza para estar más despierta.
—Señora Dominguez, ¿está despierta?
—Una criada se la acercó, se inclinó ligeramente y la miró.
Yadira miró a la doncella que hablaba y la encontró familiar.
Ella frunció el ceño ligeramente:
—¿Dónde está Delfino?
—El Sr. Dominguez se fue cuando estabas dormida —dijo la criada:
—Déjame ayudarte a levantarte.
No actuó de inmediato, sino que esperó la respuesta de Yadira.
—¿Salió? —Yadira se hizo corto. No esperaba que Delfino se fuera mientras ella dormía.
—Sí.
—La criada asintió respetuosamente, dispuesta a ayudarla a levantarse.
Yadira pensó por un momento y asintió a la criada.
La criada se acercó a ella y con cuidado la ayudó a sentarse.
La doncella se veía delgada, pero tenía una gran fuerza. Parecía fácil para ella ayudar a Yadira a sentarse.
Yadira la miró y dijo:
—¿Qué hiciste antes?
—trabajé en una compañía de artes marciales.
—Déjame en paz.
Marina había trabajado en la villa durante mucho tiempo.
Delfino debía haberla salvado. Yadira sabía que Delfino era amable.
Era diferente a Mariano.
Yadira abrió la puerta y salió, viendo a Raquel sentada con Fidelio.
—¡Mamá! —Raquel escuchó el sonido de ella y corrió hacia Yadira.
Cuando se acercó, le dijo a Yadira:
—Mamá, papá se fue porque tiene algo importante que hacer.
Se apresuró a explicar e a Yadira, temiendo que Yadira se enfadara.
Yadira no pudo evitar reír:
—Ya veo. ¿acabas de despertar?
—No. He jugado con Fidelio por cierto tiempo —Raquel estaba jugando con Fidelio en los últimos días y ahora lo conocía muy bien.
Se divirtieron mucho juntos.
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