Matrimonio Forzado romance Capítulo 104

Saravi.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, ¿Por qué se tuvo que llegar hasta este punto?

—¿Puedo pasar? —la pregunta dispersó mis sentimientos encontrados. Parpadeé varias veces y asentí en dirección de Jemina.

Ella se acercó un poco dudosa y se sentó en el sofá en el cual la había encontrado cuando desperté. Ella no dijo nada por largos minutos, solo pude ver como su garganta se tensaba.

—Me impresionó verte aquí —comencé a decir—. No viniste cuando regresé de Yomal hace un tiempo.

Negó.

—No sabía qué decir…

—¿Qué decir? —pregunté—. No tenías que tener algo preparado, estaba apareciendo después de un año… mi padre…

—No soy como tu padre —interrumpió mirándome fijo. Allí estaba ella, esa era la verdadera Jemina.

—Lo sé, madre… solo esperé que…

—Ese ha sido el problema entre nosotras dos Saravi —corto nuevamente, muy decidida por hablar—. Tú siempre has esperado mucho de mí, por eso siempre te has decepcionado de tu madre.

Me dolieron sus palabras, pero traté de no demostrarlo.

—Madre, yo…

—Saravi, mi intención de venir aquí no ha sido caer en lo mismo de siempre. Yo quise venir a verte, estabas al borde de la muerte, y aunque no lo creas, eso fue lo peor que pude haber vivido.

La miré fijo tratando de tomar sus palabras de la mejor manera.

—He hecho muchas cosas mal en mi vida, y lo asumo. Traerte aquí al palacio fue una de ellas…

Fruncí mi ceño.

—No lo ha sido.

Ella me observó duramente antes de decir: —La muestra está aquí Saravi, desde que pisaste este palacio te ha pasado de todo.

—Sí, eso no te lo puedo negar —sonreí tomándola de la mano—. Aun así madre te agradezco que lo hicieras.

Ella abrió mucho los ojos dudando de mi gesto. No recuerdo cuando había tenido un tacto con Jemina, mi cabeza no lo registraba. Pero cuando nuestras manos se unieron sentí una aprensión muy grande dentro de mí por todos esos años donde esto mismo faltó.

Ella agachó su cabeza y negó varias veces.

—No tengo un corazón bueno como el tuyo o el de tu padre Saravi, y quizás no me veas frecuentemente ahora que vivo en otro lugar. Pero necesito que me perdones por… todo.

Respire digiriendo lentamente sus palabras.

—Lo hice hace mucho tiempo —respondí a la vez que sus ojos se cristalizaron—. No puedo aplaudir lo que le hiciste a mi padre, ni tampoco voy a juzgar tus actos. Pero sí debo agradecerte por traerme aquí, junto a Kalil.

Ella asomó una sonrisa entristecida.

—Parece que lo has embrujado…

—No madre, lo que hay entre nosotros es amor, un buen amor.

Ella asintió conforme y luego hizo algo que jamás pensé pasaría entre nosotras.

Jemina se levantó tomó mi rostro y besó ambas mejillas. Dio un abrazo corto y luego se irguió lo más que pudo. Eso tuvo que costarle mucho.

—Puedes irme a visitar cuando quiera Majestad. Solo debe avisarme.

Su expresión y palabras, aunque no eran acordes con el momento ni con nosotras, hizo que sonriera de la manera más natural posible.

—Lo haré. Cuente con eso madre, y no dude que enviaré siempre provisión a su casa.

Ella no dijo nada, era imposible que lo aceptara en palabras. Así que volvió a darme un abrazo despidiéndose de mí.

—Debo irme…

—¿Por qué no te quedas un tiempo más? —pregunté más como una petición.

—Sería imposible, lo sabes.

Después de esto ella comenzó a caminar por la habitación para salir, mi corazón quiso entristecer con su partida porque a pesar de todo, no quería dejarla. Por un momento titubeó y se detuvo, giró levemente su cabeza y me miró fijo desde la distancia.

—Sara… —me conecté con sus ojos que por primera vez irradiaron sinceridad en ella—. Traje al mundo la mejor Reina que ha existido y que nunca más habrá en Angkor.

El corazón se me hinchó al instante. Asomé una sonrisa para ella, e irremediablemente las lágrimas cayeron por mis mejillas sin poder contenerlas. Sin embargo Jemina continuó su camino sin decir alguna otra palabra que me llenase tanto en la vida como lo que había acabado de decir.

Después de unos minutos recosté mi cabeza y mi cuerpo a las almohadas de la cama, estaba entendiendo lo que Janí quiso decir con mi condición cuando experimenté que, con esta fuerte emoción, estaba totalmente agotada.

***

Caricias…

Conocía ese toque, ese olor y esa presencia.

Entonces abrí los ojos para detallar muy de cerca a mi persona favorita.

Kalil delineaba mi rostro a la vez que daba pequeños besos en mi nariz. No podía mover mucha una mano, pero con la otra lo acerqué lo suficiente como para acercar su boca hacia la mía.

—No te esfuerces mucho —susurró contra mis labios—. Yo estoy aquí para cuidarte.

—¿Es de mañana de nuevo? —pregunté con mis ojos cerrados.

—No, es de noche, y yo me quedaré contigo.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado