Mi Chica Melifluo romance Capítulo 102

Alberto se rio por lo bajo, con las cejas levantadas, mostrándose alegre.

—Quiero dejarte, quiero el divorcio —Dulce echó un movimiento directamente.

Alberto todavía estaba riéndose, ante su torpe primer truco.

—Dulcita, ¿estás buscándote problemas? —Giró la cabeza y la miró burlonamente.

Mordiéndose el labio, Dulce volvió la cara y lo ignoró. Qué estúpida ella era al hacer esos juegos de palabras con él.

El coche pasó por delante de la zona urbana próspera y se acercó a la orilla del río. En el descampado, un grupo de niños practicaba el monopatín y unos cuantos jóvenes jugaban al baloncesto en la cancha. Uno de ellos llevaba un chaleco negro, revelando un gran tatuaje verde.

—Fernando.

Alberto detuvo su coche y saludó al chico.

Fernando tiró la pelota de baloncesto que tenía en la mano y corrió a prisa. Una joven a su lado, quien todavía parecía muy juvenil, se apresuró a seguirle y le entregó una toalla y agua.

—Aléjate, estoy hablando con mi amigo —Fernando miró fijamente a la joven, quien luego se apresuró a marchar, mirando a este lado, como un pobre cachorrito.

—¿Qué edad tienes? Todavía usas esas tácticas, dejando lastimar a una jovencita —Alberto salió del coche, se apoyó en la puerta y le lanzó un cigarrillo a Fernando.

Fernando alargó la mano y la cogió con precisión, se la llevó a la boca con una expresión indiferente.

—¿No puedo salir con chicas jóvenes solo por mi edad mayor? ¿Sales con chicas mayores? —se rio mientras agitaba la mano hacia Dulce.

Dulce sonrió forzadamente y se quedó sentada.

—Te está saludando, qué grosera eres, bájate —Alberto giró la cabeza hacia ella y la llamó despreocupadamente.

Dulce frunció los labios y se bajó del coche con toda obediencia.

—Luego, si Fernando me hace marchar, ¿si podría ayudarme hablar con él para que me deje jugar con vosotros?

—¿Eres ... una estudiante todavía? —Dulce dudó por un rato.

«Fernando debe tener la misma edad que Alberto, ¿así que no va a "intimidar" realmente a una jovencita, no?»

—No, no, ya tengo 19 años, mi familia es dueña de un salón de juegos a la calle.

Cuando Dulce la miró a los ojos, sintió que se estaba viendo a sí misma que acababa de conocier a Felipe Díaz. Por aquel entonces ella se alegraba secretamente, solo teniendo un anhelo de amor, un anhelo de un final feliz.

—De acuerdo —Dulce asintió y entró en el coche para ponerse las chancletas.

Dulce se quitó las pantimedias y sus esbeltas piernas blancas quedaron expuestas al aire. Sus pies eran hermosos y exquisitos, cada dedo era perfecto. También le gustaba pintarse las uñas, así que quedaban especialmente guapas con chancletas. Pero era una pena que aquellos pensamientos de vestirse se hubieran ido, y parecía haber envejecido varias docenas de años en un solo pensamiento.

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