Mi Chica Melifluo romance Capítulo 108

—Cállate, mientras estoy de buen humor —Alberto dijo con indiferencia, subiendo los altos escalones.

Dulce miró hacia el río por encima de su hombro, la luz de estrellas y la de farola caían juntas en el río, se mezclaban y así centelleaban en las olas del río. La brisa de la noche era tan fresca, y las estrellas tan brillantes. Si este era el hombre que ella amaba, ¡qué hermosa sería esta noche!

Por desgracia, era Alberto. Aunque fuera Sergio, esta noche habría sido cien veces más hermosa.

—Oye, bájame —subiendo los largos escalones, Dulce se esforzó suavemente.

Alberto la miró, y ella se mordió el labio y volvió a repetir antes de que él la dejara.

Dulce se quitó las chancletas, las limpió con la esquina de su falda, se quitó la horquilla de cristal de la cabeza, la colocó junto a las chancletas en la barandilla del terraplén y caminó descalza hacia el coche.

Antes había visto a Ema mirar con ojos admirados su pinza de pelo, que aún era nueva, solo había usado una vez, y no sería descortés regalarla.

Alberto nunca había visto a una mujer así, tan seria.

—Realmente es un intercambio uno a uno —cerró la puerta de golpe y encendió el motor.

—Ja, así soy yo —Dulce respondió con un disparo.

Alberto giró la cabeza hacia ella, cuyos pechos subían y bajaban bruscamente. Ella estaba volviendo a mirar la hora. La respiración de él se volvió tensa y, de repente, se acercó, le arrebató el teléfono y lo tiró al asiento trasero.

—Eh...

Dulce solo lo miró por un segundo antes de que su fría mirada la obligara a cerrar la boca.

Había un ligero olor a alcohol en el vehículo, él había bebido mucho y ella también un poco. En realidad, no estaba bien que bebiera en su estado físico así.

Pero con un fuego de alcohol en el estómago y en el corazón, las tripas de Dulce volvieron a crecer, como un globo que se va inflando poco a poco, abultándose en su pecho, plop, plop ... como pequeños martillos golpeando ... plop, plop... ... poniéndose cada vez más ansiosa ...

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