Mi Chica Melifluo romance Capítulo 13

Se rio con voz ronca, usó las manos para contener el agua y la vertió sobre sus pechos uno a uno, observando luego cómo las gotas se deslizaban por sus senos.

Dulce encogió los hombros, pero le tendió la mano inmediatamente para levantarle la barbilla y la besó.

—Mmm...

Ella forcejeó por un rato, pero al instante fue sujetada por él. Su firme pecho se le acercó y presionó los pechos grandes para que se desformaran y se estrecharan contra su cuerpo.

—¿Te duele?

Sus largos dedos le tocaron la parte inferior, masajeando con fuerza adecuada sobre la sedosa suavidad.

—Sí.

Ella alzó la barbilla y le miró a los ojos.

Por todo lo que estaba experimentando ahora, todavía no podía creer que fuera real... El matrimonio, un joven y rico hombre de negocios caído del cielo y los dos cuerpos entrelazados en la bañera...

—Espero que te comportes poco mejor mañana.

Retiró su mano, sacó la toalla de baño y la envolvió alrededor de su cintura.

—Tenemos tres días, Dulcita, nos vemos mañana.

Bajo la mirada atónita de Dulce, la envolvió en una toalla de baño y la empujó afuera de la puerta.

¿Qué demonios era esto?

«¿Qué demonios quiere, Alberto?» ¿Qué quería decir con tres días que había mencionado?

Vio cómo se cerraba la puerta y en el silencio sepulcral del pasillo, ella era la única cubierta de gotas de agua y parada sobre la alfombra...

Agarró fuerte la toalla de baño con una mano y se limpió la cara con la otra, se dirigió descalza hacia el ascensor a gran paso. Su puerta dorada reflejaba el aspecto suyo un poco lamentable, pero más encantador... ¡Había pasado de niña a mujer!

Dulce le echó una mirada y frunció los labios.

Después de algunos ruidos sutiles, una chaqueta se colocó sobre ella. Levantó la vista sorprendida sólo para ver al hombre arropándosela y susurrando:

—Me quedo en la habitación 912, puedes llamar a mi habitación.

Con otro sonido de Din-don, la puerta del ascensor se abrió y la gente de fuera entró, mostrando la sonrisa de saberlo todo pero inenarrable al verla con las piernas desnudas acurrucada junto al hombre.

Dulce giró la cara hacia un lado, pulsó el botón y luego se retiró al rincón del ascensor, con la mano derecha presionando sus sienes y frotándolas con fuerza unas cuantas veces.

Alberto, este hombre le dio una sensación de que sonreía en la superficie, pero era muy indiferente hasta la médula... ¡le daba mucho miedo!

Iván la esperaba fuera de la habitación, echó un vistazo al abrigo que llevaba, luego le abrió tranquilamente la puerta y se dio la vuelta para salir.

Cuando Dulce entró, giró la mirada y notó el número de habitación. ¡El suyo era 910 y el de al lado era 912! Llevó un rato pensando y colgó la ropa en la manija de la puerta de la 912 antes de entrar a su habitación.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Chica Melifluo