Tras reservar su habitación, ni siquiera depositó su equipaje y fue directamente al casino.
En el luminoso vestíbulo, buscó mesa por mesa y sección por sección, aplaudiéndole los hombros a cada hombre que se parecía a Felipe.
Pasaron dos horas y volvió a la puerta principal, observó alrededor del gran salón y se dio la vuelta decepcionada. Le habían dado mala información, no había encontrado a ese hombre.
De repente, sus ojos se abrieron de par en par y miró fijamente al hombre delgado que entraba perezosamente por la puerta, que rodeaba con su mano la cintura de una mujer que estaba a su lado. La chica tenía cabezas de muñeca y una mirada de buen rollo mientras sonreía de lado.
—Qué bien, cariño.
Bajó la cabeza y besó a la chica en la mejilla y ella se echó a sonreírse.
—Felipe.
Agarró su maleta y se acercó paso a paso, llamando con dificultad.
Felipe levantó la cabeza de pronto y la miró con sorpresa.
—Devuélveme mi casa.
Le tendió la mano de manera rígida y trató de mantener sus emociones: sin enfadarse ni llorar...
—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Qué casa? No vengas a hacer ridículo aquí, ya hemos roto —Felipe frunció el ceño, miró a su alrededor y dijo con cierta impaciencia.
—Eres un hombre, no seas tan descarado que te aprovechaste de mi situación, esa es la casa que me dejó mi padre.
Los labios de Dulce empezaron a temblar incontroladamente y sus ojos se fijaron en él.
—¿De qué estás hablando? —Felipe puso una cara sombría y habló con rudeza. Cogió de la chica e intentó salir de aquí pasándola.
Los guardias de seguridad del casino acudieron aquí y le sujetaron con fuerza las manos, sacándola a rastras.
—¡No hagas una escena aquí, vete!
—Felipe...
Comenzó a gritar, como un lobo niño herido, que sonaba tan desgarrador como si estuviera cortando desesperadamente un anterior amor puro.
El equipaje salió echado junto con ella, cayendo al suelo como un trapo roto. Vio cómo Felipe se subía a un taxi con la niña en brazos y se marchaba.
Un par de chicos en monopatín pasaron por ella rápidamente y tiraron de ella con violencia, uno arrebatándole la maleta y el otro agarrando con fuerza de la bolsa que llevaba al hombro. Con un sonido, se abrió la cremallera de la bolsa y salieron cayendo algunas cosas, ¡pero la bolsa se la quitó!
Se limitó a sentir vértigo y las estrellas volvieron a la oscuridad...
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