Mi Chica Melifluo romance Capítulo 42

Dulce le apretó el dorso de la mano y le preguntó con rigidez:

—Dime la verdad, ¿tienes mujer o no? Nunca seré un tercero para alguien…

—Sí —Alberto dijo, golpeando su dedo en la cadera—, tengo uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…

«Dios mío, ¿es verdad que va a crear un ejército de esposas de distintos países?»

¡Dulce casi gritó! Ella luchó por un momento antes de quedar inmovilizada contra la pared, con las piernas separadas por las rodillas de él, y se produjo una repentina lluvia de ataques.

Sólo cuando la tuvo deslizándose desde la pared hasta el suelo, la levantó sobre la cama, la empujó hacia delante y le susurró:

—Sólo hay una esposa para mí, ¿quién quieres que sea?

Más vale que no sea yo… Dulce cerró los ojos y escondió una mano sobre sus labios.

El vino tinto de colores brillantes rodó por toda la cama y por todo su cuerpo. Sirvió el vino lentamente, luego la besó, luego la acarició… en fin por cualquier medio que la hiciera perder el control.

—Mira, tus dos bocas están gritando. Mira, tu carita…

Presionó contra ella, besándola, burlándose, diciendo cosas que la abrumaban.

¡Dulce estaba completamente loca!

¡La locura de ese momento es por un placer irresistible, y la del día siguiente es por una cama llena de destrozos!

La ropa de cama que le gustaba más con plumas bordadas, ¡fue completamente arruinada!

Se había pasado tres horas empapándola en detergente para ropa y frotándola con tanta fuerza con las manos que la piel de éstas se arrugaba y se le caían los pulgares, y las malditas manchas causadas por el vino la seguían mirando con sorna.

—Malditas cosas.

Furiosa, se levantó y dio una patada a la palangana. La cuenca grande estaba ilesa, pero su dedo estaba hinchado.

El teléfono no dejaba de sonar y Marc y su esposa la esperaban.

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