Mi Chica Melifluo romance Capítulo 44

Había un puesto que vendía albóndigas a la entrada del callejón, Dulce aún no había almorzado, así que se acercó y pidió un tazón de albóndigas que podía ser picante hasta la muerte, y comió sola, sudando a mares.

Es bueno no llorar cuando se está triste y se suda.

De repente, perdió el apetito y la cabeza empezó a dolerle vagamente de nuevo. Tras apenas dar unos bocados, el dolor se intensificó. Debería haber ido a una revisión, no debería haber olvidado su enfermedad sólo porque no le dolía la cabeza.

—¿Qué pasa?

El jefe se acercó y le preguntó cuando vio que no tenía muy buen aspecto.

—Dame un vaso de agua.

Dulce se apretó las sienes y susurró.

El jefe se apresuró a servir un vaso de agua.

Estaba bien si no lo bebía, pero después de beberlo, este dolor de cabeza volvió a estallar. Tiró el vaso y dobló la parte superior del cuerpo completamente hacia abajo, con los puños apoyados en la frente, su cuerpo se encogió en la silla como un erizo.

—¿Estás bien?

La dueña del puesto estaba un poco asustada, esperando que no fuera una intoxicación alimentaria. Era un pequeño negocio y no podía pagar las facturas médicas.

El teléfono móvil de Dulce empezó a sonar con urgencia. Lo cogió con una mano temblorosa y sólo pulsó el botón de respuesta cuando una oleada de vértigo la golpeó y se cayó directamente de la silla.

La dueña del puesto se sobresaltó y se apresuró a coger el teléfono:

— ¡Oiga! Su amiga se ha desmayado.

Aunque tuviera miedo de pagar por ella, seguía siendo una vida humana. Volvió a llamar a la ambulancia y sudó profusamente mientras seguía el coche hasta el hospital.

El fuerte olor a agua desinfectante hizo que Dulce, incluso en su estado de coma, pensara inconscientemente en aquella última noche en el hospital custodiando a su padre.

Como había estado inconsciente, el médico comprobó que no era consecuencia de una mala alimentación, le tomó una placa y tuvo que quedarse en el hospital en observación.

Sergio había estado escuchando sus murmullos, su rostro pálido hacía que el corazón se compadeciera de ella.

Sólo los chupetones de color rojo oscuro en sus brazos y omóplatos le incomodaban un poco.

¿Tenía novio? ¿Fue Alberto?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Chica Melifluo