Mi Chica Melifluo romance Capítulo 56

La mano de Dulce le dolía un poco por su agarre, quería sacarla pero no podía, la sostuvo un rato antes de señalar el asiento a su lado para que se sentara, sonriendo le preguntó:

—¿Qué, estás en su compañía ahora?

En su corazón, Dulce sabía perfectamente que una chica como ella, con algo de buena apariencia y sin la ayuda de su familia, era un corderito en la boca a los ojos de muchos hombres.

No quiere quejarse de cómo la sociedad se ha vuelto así, hay hombres decentes y hay hombres despreciables, y depende de su suerte con cuál se encuentre. Lo que tenía que aprender era a maniobrar, a preservar y a la vez no perjudicar los intereses de su trabajo.

El Daniel la llevó a sentarse y, tras un momento de charla, cogió la cafetera que acababa de subir con sus propias manos, le sirvió una taza de café y le dijo con voz suave.

—Mi padre solía mencionarle cuando vivía, diciendo que era usted muy sabio y un ascendiente del que valía la pena aprender, usted construyó un imperio hotelero que otros envidiarían en sólo siete años, ahora tengo que vivir sola, así que me gustaría pedirle al señor Daniel más orientación.

—No me atrevo. La espalda de Daniel se enderezó un poco, y en su entrecejo se percibía cierta autocomplacencia.

Dulce dio un ligero suspiro de alivio, nunca estaba mal elogiar a alguien. A un hombre como Daniel, que empezó sin nada, le gusta que le alaben sus logros. A Daniel le costó mucho iniciar su propio negocio y, una vez empezó este tema, no podía parar...

El hecho de que estas personas tengan una experiencia empresarial inestimable y estén dispuestas a contar los detalles delante de una chica joven y guapa es exactamente lo que ella quiere saber.

Pero lo que la incomodó enormemente fue que Alberto se sentó en la mesita de enfrente, y aunque estaba de espaldas a ella, era como una espiga que la clavaba incómodamente.

—Tío.

—Señorita Susana. El Director Juan se levantó sonriendo para saludarla.

—Señorita Dulce, el negocio va bien, no es así, el Director Juan está cuidando bien de ti. Cristiana sonrió mientras miraba a Dulce.

Dulce estaba particularmente molesta con esta chica, realmente no entendía por qué quería convertirse en una enemiga. Se dirigió con Daniel hacia el ascensor turístico.

Cristiana seguía despotricando detrás de ella sobre cómo el director Juan le cuidaba, así que simplemente se dio la vuelta y volvió, alcanzó a Alberto, se agachó, rozó con sus dedos el cuello de su camisa unas cuantas veces y dijo con voz suave:

—Recuerda ser higiénico, vete a casa temprano, todavía tengo cosas que discutir contigo.

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