Mi Chica Melifluo romance Capítulo 7

—Volveré a la habitación que el señor Cancio me ha preparado.

Dulce frunció el ceño y se dio la vuelta para alejarse. Este hombre era arrogante y difícil de llevar, también era evidente el desprecio hacia ella. No quería poner más contacto con él, aún tenía su vida libre.

Otro hombre salió de una pequeña habitación, mirando la espalda de Dulce mientras le decía:

—Primo, si la tía se entera, me matará a golpes, ¿sabes quién es?

—Dulce Rodríguez, es un buen nombre, como la miel.

Giró la cara con los labios levantados. Las luces fuera de la ventana caían en sus ojos, convirtiéndose rápidamente en un mar oscuro que no se podía ver su profundidad. Bajo el alto nariz, unos labios seductores se curvaron ligeramente en un arco burlón.

—Alberto, nunca me impliques a esto. Me voy ahora, ¡estaré acabado si la tía se entera!

Se marchó a toda prisa y luego Alberto Moreno salió lentamente detrás de la pantalla. Debajo de sus pantalones rectos e informales, llevaba las zapatillas desechables del hotel. Entró otro asistente suyo y colocó un par de zapatos frente a él.

—Redacta un documento y envíalo a la señora Dulce para que lo firme.

Habló metódicamente y comenzó a exponer los términos.

El asistente se apresuró a abrir su laptop y tocó rápidamente con los dedos el teclado. Estaban hechos rápidamente diecisiete términos.

Se sentó, echó un vistazo y asintió.

—Si no firma, presiona su dedo para que lo haga. Mañana a las diez de la mañana, quiero que llegue a tiempo para el registro.

—¿Eh?

Los dos asistentes levantaron la vista con caras de asombro.

—Idos rápido.

Alberto les dirigió una mirada afilada y los dos asistentes se levantaron con apuro y salieron.

Ya estaba un poco enfadada. Cada uno de los artículos le dio vergüenza, pero el último hizo que se le casi cortara la respiración:

—Dentro de seis meses, se recuperarán todas las propiedades de la Familia Rodríguez.

Con el documento en la mano, Dulce volvió lentamente a la sala de estar y se sentó en el sofá durante mucho tiempo en silencio. Medio año, sólo medio año después podría recuperarlo todo que había pertenecido a su familia... pagar todas sus deudas... e incluso hacer otra carrera...

¿Pero qué pasaría con el bebé? ¿Era posible divorciarse con tal carga? ¿O era posible soportar injusticias toda su vida por el bien del hijo?

—Señora Dulce, por favor firme —Mario Gómez instó en un susurro desde fuera.

—Necesito pensar.

Dulce levantó sus ojos manchados de lágrimas. Su larga melena mojada descansaba sobre sus hombros, empapando el camisón de seda sobre ella y perfilando una figura perfecta, lo que hacía que Mario y Iván no se atrevieran a mirarla. Esta era la mujer a la que el jefe gustaba.

—Lo siento, tiene que firmar ahora o se anulará esta noche y el señor Moreno volará a Francia mañana.

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