Mi Chica Melifluo romance Capítulo 98

Pero hacía mucho tiempo, y ella era alguien que no tenía buena memoria y no le gustaba conocer gente nueva, así que no podía pensar en qué tipo de invitado había venido ese año.

—Entonces no se llamaba Alberto, sino Alejandro, ¿te acuerdas? Fue dado el nombre por Alba, que sentía que había amado a Santiago y no quería empeorar las cosas. Todo lo que había dado, ella estaba dispuesto a asumir las consecuencias.

«¿Puede tolerarlo todo? Alba debe de ser una mujer muy generosa y bondadosa, pero ¿por qué papá no la valoró? ¿Sólo por el envejecimiento de su rostro? No, no creo que mi padre sea una persona así. Papá siempre ha sido amable con la gente, incluso con la niñera de la familia, ayudaba cuando podía y nunca decía una palabra pesada».

Pero Sergio le había mostrado una copia de la transcripción de ese año.

Dulce dejó de frotarse los pies y se quedó mirando el dibujo de la alfombra, sintiéndose culpable de lo tan despiadado y frío que su padre había hecho. El odio que podía sentir hacia ella por parte de Alberto, y el rechazo de la madre de Alberto...

—Sin embargo, parece que Alba no recibió ninguna ayuda de tu padre, al límite de sus fuerzas, se llevó a sus dos hijos a vivir al Orfanato de Sur, donde trabaja como ama de llaves.

El Orfanato de Sur.

Los recuerdos silbaban en la mente de Dulce.

Había estado en el Jardín de Infancia de Sur con su padre cuando tenía doce años; él había ido a donar cosas en nombre del grupo y entre esos regalos había un conejo muy grande...

Su respiración empezó a entrecortarse. cuando su padre le pidió que repartiera los regalos, había una niña encorvada en la silla que no dejaba de mirar el gran conejo que tenía en sus brazos, pero ella sintió que su mirada le daba miedo, así que deliberadamente le dio el conejo a otra persona y no se atrevió a acercarse a darle el regalo a esa niña.

«¿Era Luciana?»

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Chica Melifluo