Cordelia abandonó Viento Entertainment.
Cuando se fue, hubo algunos que fueron a despedirse de ella, pero la mayoría de ellos solo lo hacían por quedar bien.
Después de todo, aunque dejó su trabajo, no abandonó la industria. Tal vez la volverían a ver en el futuro.
¡Una amiga más era mejor que una enemiga más!
Cordelia no destapó sus intenciones, cuando llegó al estacionamiento metió las cosas en el auto y se dirigió al Grupo Alfaro.
Las palabras de Ricardo eran de fiar, por lo que los documentos de transferencia de las empresas y los cheques ya estaban preparados.
Cuando Cordelia llegó al Grupo Alfaro, Ricardo estaba en una reunión, por eso ella fue recibida por el secretario Fernando Peredero.
Según la petición que hizo ella anoche, dos de las tres filiales se habían cambiado por efectivo, y solo se iba a quedar con una filial.
Cordelia firmó felizmente el documento y entregó la mitad de su certificado de matrimonio.
El certificado de matrimonio lo firmó la familia Alfaro cuando su madre aún estaba viva.
En ese momento, ella y Bosco no llevaban mucho tiempo juntos, ambos eran muy jóvenes y el compromiso no era apropiado, por lo que cambiaron a esa forma tradicional.
Medio mes después de firmar el certificado, su madre murió inesperadamente.
Pensando en eso ahora, no sabía si su madre había anticipado ese accidente automovilístico para hacer ese arreglo antes de morir.
Era una pena que había fallado al último y minucioso esfuerzo de su madre. Ahora no solo había perdido a su familia, sino que su prometido también la había dejado.
Pensando en eso, Cordelia se rio de sí misma.
Después de que se hicieron todos los trámites, la reunión de Ricardo aún no había terminado.
Fernando le preguntó si quería sentarse a esperar un rato a que salga el presidente para poder saludarle antes de marcharse, pero Cordelia se negó.
Ya tenía lo que quería, de manera que ya no necesitaba volver a ver la gente de la familia Alfaro.
Después de dejar el Grupo Alfaro, aún era temprano.
Cordelia fue a dar una vuelta a su tienda. La dependienta que pidió el permiso ya había regresado al trabajo, al verla se levantó de detrás de la mesa alegremente.
—Cordelia, el negocio de hoy es muy bueno, solo ha pasado medio día y ya hemos vendido docenas de pedidos.
Cordelia sonrió y la animó.
—¡Buen trabajo, sigue así!
La dependienta, Elizabeth Valencia, era una joven de dieciocho o diecinueve años, al recibir su ánimo, su carita emocionada se sonrojó de alegría y se puso muy feliz.
Cordelia sacó un folio blanco del bolso y lo pegó en la ventana.
Elizabeth miró con curiosidad, y cuando vio las palabras “traspaso de tienda”, se sorprendió.
—Cordelia, ¿vas a transferir la tienda? ¿Vas a dejar el negocio?
Cordelia asintió.
—Sí, lo voy a dejar. Pero tú puedes seguir trabajando aquí, se lo diré al nuevo jefe.
La cara de Elizabeth cambió ligeramente.
En realidad, Cordelia tomó esa decisión con mucha impotencia.
Porque si quería montar su propia empresa de entretenimiento, inevitablemente le dedicaría todo su tiempo y temía que no podría ocuparse de esa tienda.
Además, no importaba qué tan bueno fuera el negocio de una tienda, al final generaría ingresos limitados, por lo que concluyó que era mejor transferirlo después de sopesarlo.
Después de poner el anuncio, Cordelia volvió a conversar con Elizabeth y luego se fue.
Como no tenía nada que hacer por la tarde, quedó con Chantal para ir de compras.
Chantal era la belleza número uno de la industria del entretenimiento en la actualidad, alguna vez fue calificada como “una belleza exclusiva de la época contemporánea” por las revistas de medios.
También era hija del presidente del Grupo Oriol y la compañera de secundaria de Cordelia, las dos eran muy amigas.
Tan pronto como se vieron, Chantal suspiró dos veces.
—Tía, tan pronto como escuché que un hombre te había dejado, vine corriendo para consolarte, pero mírate, ¡no veo lo triste que estás!
Cordelia se sorprendió un poco.
—¿Como lo supiste?
—Mira, lo han anunciado a todo el mundo, ¡es difícil no saberlo!
Chantal le entregó una invitación de una fiesta de cumpleaños, Cordelia la abrió y descubrió que Briana y Bosco la habían enviado conjuntamente.
Se quedó sin habla por un tiempo.
Cordelia asintió.
Después de que Chantal subió, estaba aburrida esperando, así que deambuló por la tienda.
Como era lunes no había muchos clientes en la tienda, de modo que las dependientas estaban charlando o jugaban con sus teléfonos y no había nadie que le atendía.
A Cordelia tampoco le importaba, después de darse una vuelta, vio un vestido azul oscuro colgado en el escaparate. El estilo del vestido era muy lindo, un poco como el trabajo de una diseñadora de la Nación F que había visto antes en la revista.
Siempre le había gustado ese diseñador y se consideraba una fiel fan de él, por lo que no pudo evitar tocarlo.
—¡Eh! Puedes verlo, pero no lo toques, que no puedes pagarlo si lo rompes.
La voz de una mujer vino de repente desde atrás.
Cordelia se sorprendió por un momento, luego miró hacia atrás y vio a una joven empleada de pie allí, mirándola con disgusto y desprecio.
Entonces frunció el ceño levemente.
—¿No habéis puesto en exposición las prendas para que la prueben los clientes? ¿Por qué no puedo tocarlas?
La dependienta se burló.
—Otros pueden tocarla, pero tú no.
—¿Por qué?
La dependienta puso los ojos en blanco, parecía que estaba molesta porque Cordelia estaba preguntando demasiado.
—¿Sabes cuánto cuesta este vestido? ¿Cuántos euros ganas por un mes como asistenta? ¿Sabes que ni siquiera tu salario anual es suficiente para comprarla?
Mientras hablaba, se adelantó molesta para arrebatarle la prenda de la mano y luego empujó el estante lleno de vestidos a un lado.
Murmuró insatisfecha.
—Siempre vienen gente que solo miran y no compran. Si no se lo pueden permitir, ¿por qué vienen de compras? ¡Qué molestos!
Cordelia se quedó sin palabras.
Echó una carcajada de tanto enfado.
No era la primera vez que salía de compras con Chantal, pero fue la primera vez que le trataron como su asistenta.
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