Terminaron de comer, los dos despidieron a los dueños, salieron del restaurante juntos.
Ya eran las cuatro de la tarde, y la dueña les sugirió que siguieran caminando adelante, y dijo que había un mercado nocturno, que abría a las cinco de la tarde. Estaba bastante animado, y los dos decidieron dar un paseo por allí.
Aurelio nunca había visitado ningún mercado nocturno en su vida, y entonces tenía un poco curiosidad.
Al ver que Cordelia tenía tantas ganas de ir, eso también despertó su interés, y los dos anduvieron hacia allí.
Había unas personas que pasaban en bicicleta, Cordelia quería hacer lo mismo.
Entonces Aurelio fue a la tienda, cuando salió con la bici, le dio cuenta de que él no sabía cómo montar en bicicleta.
Cordelia se rio:
—¿Quién puede imaginar que el señor Aurelio quien sabe hacer todo, ni puede andar en bicicleta?
Aurelio puso la cara tensa. Él era un hombre privilegiado desde cuando era un niño. Naturalmente, tenía muchos coches lujosos para recogerlo en todos los sitios, ¿para qué necesitaría una bicicleta?
Al ver que su rostro se oscureció, Cordelia se detuvo su risa.
Le dejó sentarse en la parte de atrás, y ella se sentó en la parte delantera, así que él solo necesitaba seguir el ritmo y pisar los pedales.
Aurelio lo hizo con desgana, después del aviso de Cordelia y los dos empezaron a pedalear.
El viento soplaba y el cabello de la chica bailaba en el aire. Su pelo rozaba su rostro, trayendo la dulce fragancia. Él se sentía a gusto y se emborrachó de esta experiencia embriagadora.
Cordelia no anduvo en bicicleta desde que se graduó de la escuela secundaria. Ahora volvió a montar, se sintió muy contenta de que su habilidad no se hubiera deteriorado.
Montaba, y mientras tarareaba la canción que había aprendido cuando estudiaba.
Tarareó de forma intermitente, debido a llevar una persona más, le costaba mucho, por lo tanto, su nivel como cantante no era bueno como antes.
Aun así, como tenía la voz bonita, sonaba bien.
Después de escuchar por un rato, Aurelio preguntó:
—¿Cuál canción es esta?
—Adelina junta al agua, ¿no has escuchado nunca?
«Tarareas “Adelina junta al agua” así, quién sabe es esta canción.»
Al notar que Aurelio estaba callado, Cordelia explicó amablemente:
—Esta canción originalmente se llamaba Ballade pour Adeline, y fue interpretada por el famoso músico Richard. También ganó el Premio de Piano Dorado antes...
Aurelio la interrumpió con una cara sombría:
—Lo sé.
Cordelia se encogió de hombros:
—Se me ha olvidado, tocas bien el piano.
Los dos llegaron rápido al mercado nocturno que mencionó por Natalilla.
Ahora el mercado acababa de abrir y muchos vendedores todavía no habían sacado los productos. Cordelia le llevó a tomar helado en una tienda que tenía alta calificación por internet. Mientras comían, y esperaban.
Había música relajante en la tienda. El dueño era un turco que hacía helados especiales en la puerta para atraer a turistas.
Cordelia terminó su helado, se sintió aburrida y no quería ir de compras ahora, así que fue a la puerta y observó cómo hacía los helados.
Al verla acercarse, el turco le preguntó si quería probar.
Cordelia vaciló por un rato, y el dueño la animó, así que tomó la palita y el cono y comenzó a rizar flores bajo su enseñanza.
Ella sabía cómo usaba nata para hacer flores sobre el pastel, y eso era bastante similar, además el dueño era muy paciente y no tardó nada en aprenderlo.
Cordelia compró el helado que lo hizo por ella, luego volvió corriendo con mucha alegría y se lo dio a Aurelio.
—Toma, para ti.
Aurelio enarcó las cejas y miró al helado torcido que estaba en frente de él. Aunque lo cogió, no pudo evitar mostrar una cara de disgusto.
—Es tan feo, ¿estás segura de que lo has hecho tú?
—¡Está bien! Usted es muy amable, así que me lo vendes.
Sacó el dinero de su bolsillo y se lo entregó.
El vendedor cogió el dinero.
—Vale, vale. Está bien, como eres tan bonita, te los vendo.
Y sacó otro anillo desde su bolso, y se lo dio.
Cordelia sonrió como si hubiera encontrado un tesoro, le dio las gracias, guardó los anillos y estaba a punto de irse.
Otro vendedor vio que era una cliente fácil, y la detuvo con una sonrisa.
—¿Te gustan los pendientes? Verás, estos pendientes acabamos de traer del templo, también están benditos por fuente mágica.
Cordelia sintió que esos aretes eran demasiados anticuados y negó con la cabeza:
—No, gracias. Me vale con estos dos anillos.
Luego regresó, se quedó en frente de Aurelio y puso el anillo en su dedo medio.
Aurelio frunció el ceño con desgana y quiso quitarlo, pero Cordelia lo detuvo.
—No lo quites, este anillo está bendito por fuente mágica que pueda dejarte tener una vida larga y saludable.
Aurelio despreciaba los métodos de venta del vendedor y, al mismo tiempo, despreciaba el coeficiente intelectual de Cordelia:
—¿Crees en eso?
—¿Por qué no?
Cordelia fue a otro puesto y miró a las máscaras que estaban hechas a mano, y respondió sin pensar:
—Mientras sea bueno, creo en todo. Incluso si no es cierto, al menos es una bendición, y es bueno comprar una bendición, ¿no?
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