De hecho, Cordelia tenía mucho miedo de cerrar los ojos cuando estaba consciente.
Después de experimentar el dolor en la vida anterior, inconscientemente no confiaba en todo lo que la rodeaba.
Estaba bien cuando tenía los ojos abiertos, pero cuando los cerraba mientras era consciente y no podía ver todo lo que sucedía a su alrededor, el miedo enterrado en tu memoria se reactivaría instantáneamente.
Por lo tanto, requiso mucha determinación que estuviera dispuesta a cerrar los ojos frente a él y confiara con él.
El hombre notó que sus dedos temblaban levemente, la llevó a sus brazos y preguntó:
—¿Tienes frío?
Cordelia negó con la cabeza.
Ella frunció los labios, y finalmente no pudo reprimirse. Preguntó con un ligero temblor en su voz, —¿Vas soltar mi mano?
—No.
La voz del hombre era firme y Cordelia se sintió aliviada.
Mientras él estuviera allí, no estaría tan asustada.
Pronto, hubo un fuerte viento que sopló hacia ella, y el sonido de las hélices se acercaron más. Sabía que el avión había aterrizado.
De repente perdió su centro de gravedad y gritó suavemente.
Después de darse cuenta, fue cogida en brazos por el hombre.
No abrió los ojos, solo agarró firmemente la manga del hombre. Su rostro se puso pálido.
Aurelio preguntó en voz baja:
—¿Sigues asustada?
Ella se sorprendió por un momento, y luego reaccionó que el hombre había notado su miedo.
Se acurrucó en los brazos del hombre, y se calmó oliendo su fragancia.
Poco a poco, ya no parecía estar tan asustada.
Cordelia sonrió y negó con la cabeza.
El hombre la besó suavemente en los labios y dijo suavemente:
—Confía en mí.
—Vale.
El hombre la abrazó y empezó a caminar.
Podía sentir que la subió en el helicóptero, no escuchó nada excepto el remolino de la hélice.
En el helicóptero, el hombre se sentó, pero no la bajó.
En cambio, la sentó en su regazo.
Cordelia estaba un poco avergonzada y quiso abrir los ojos. Pero escuchó la voz seria del hombre.
—No te muevas.
Inmediatamente no se atrevió a moverse ni a abrir los ojos, pero su curiosidad se hizo cada vez más pesada.
¿Adónde la llevaba?
Nadie le dio la respuesta y el helicóptero despegó.
Pudo sentir la ingravidez momentánea al despegar, pero como estaba en sus brazos, no sintió miedo.
El entorno seguía siendo muy silencioso, pero esta vez, además del sonido de las hélices, podía escuchar pasos ocasionales que pasaban.
Pronto, el avión se estabilizó y comenzó a volar a velocidad constante.
Cordelia no sabía adónde lo iba a llevar. Solo podía esperar tranquilamente con los ojos cerrados.
Para ser honesta, en realidad tenía un poco de expectativa y emoción.
Después de todo, no sabía qué sorpresa recibiría a continuación.
Después de unos diez minutos, el avión aterrizó.
El viaje no fue largo, pero cuando cerrabas los ojos, parecía que había pasado mucho tiempo.
El hombre la cogió y se bajó del helicóptero.
Cordelia podía sentir el viento frío de la noche que soplaba en su rostro. Pronto, el viento desapareció y fue reemplazado por un calor que exudaba una fragancia.
Las estrellas se extendían bajo los pies. No se podía ver nada más aparte de esto.
Solo podía sentir que parecía un camino suspendido en el aire, porque a través de la galaxia. Se podía ver vagamente las montañas escarpadas, y los contornos poco claros se reflejaban bajo los pies. Lo que lo hacía aún más emotivo.
¡Cordelia se sintió boquiabierta!
Abrió más los ojos y miró todo esto de una manera novedosa.
El hombre que estaba a su lado parecía más tranquilo, la agarró de la mano con fuerza y la llevó hasta el final del camino.
—Aurelio, ¿dónde estamos? ¡Es tan hermoso!
El hombre sonrió.
—Adivina.
Cordelia abrió sus ojos y pensó durante mucho tiempo. No supo en qué lugar del pueblo estaban.
Aurelio se rio y la pellizcó la nariz. No se lo dijo directamente:
—Lo sabrás más tarde.
¡Vale!
Parecía que hoy tenía la intención de implementar la sorpresa hasta el final.
Cordelia no preguntó más. Caminaron unos cinco o seis minutos antes de que la galaxia desapareciera por completo.
Los alrededores volvieron a caer en una oscuridad silenciosa.
Cordelia estaba un poco nerviosa e inconscientemente agarró al hombre de la manga.
Aurelio la tomó en sus brazos y le susurró:
—No tengas miedo.
Después de una breve pausa, dijo de repente:
—¿Cierras los ojos, cuento tres veces y los vuelves a abrir?
Cordelia lo miró con curiosidad y, aunque no había luz alrededor, podía sentir la mirada cálida y firme del hombre.
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