Mi dulce corazón romance Capítulo 9

—¡Tú!

Sebastián estaba muy enojado con ella.

—Solo te voy a preguntar si vas a volver o no.

—¡No!

—¡Está bien! ¡Tú lo has dicho! Si luego tu abuela te busca problemas, ¡no digas que no te lo notifiqué!

Sebastián sintió que realmente no podía comunicarse con su temperamento frío, así que colgó el teléfono.

Cordelia se burló, lo ignoró, guardó su teléfono y continuó comiendo la comida para llevar que acababa de pedir.

Por otro lado, Isabel estaba sentada en el comedor y frunció levemente el ceño cuando vio a Sebastián entrar cabreado.

—¿Qué tal? ¿Le has avisado? ¿Regresará esta noche?

—¿Cómo es posible que me escuche? Creo que ahora se lo tiene muy creída. Así que, si no le mandamos una limusina para recogerla, no volverá —dijo Sebastián enfadado.

La expresión de Isabel cambió.

Golpeó los palillos en la mesa.

—¡Qué malcriada!

Todos los que estaban en el comedor se quedaron alarmados. Isabel había estado a cargo de la familia Vega desde la muerte de Félix Vega, de manera que había acumulado prestigio durante muchos años, por eso conseguía asustar a la gente cuando echaba su furia.

Mabel le guiñó un ojo a Briana que estaba enfrente suya.

Briana rápidamente tomó la sopa frente a ella para acercárselo a Isabel y decirle en voz baja:

—Abuela, no te enojes, tu salud es lo más importante.

Mabel también intervino:

—Eso. Si Cordelia no quiere volver tampoco la obligues a hacerlo. Podemos pensar en otra solución. Así que no te enojes que es malo para la salud.

Isabel se mofó.

—¡Qué ridículo! ¿Cree que le voy a consentir su decisión? ¡Hoy le haré regresar de cualquier forma! ¡Voy a ver qué tan creída se lo tiene!

Mientras lo decía, levantó la mano para llamar al mayordomo Julio Martínez.

—Julio, ve a ver dónde está ahora y luego envía a alguien para que le diga que, si no regresa esta noche, quemaré todas las cosas que dejó su madre y no le quedará nada.

La expresión de Julio cambió y rápidamente respondió:

—Sí.

***

Por la tarde, Cordelia terminó su último pedido y cerró la puerta para salir del trabajo.

Inesperadamente, tan pronto como salió de la tienda, vio a Julio parado allí.

Como un viejo mayordomo que llevaba más de diez años en la familia Vega, era obvio que Cordelia lo conocía.

Antes de que Mabel y Briana llegaron a la familia, se llevaba bien con el mayordomo Julio. Aunque no eran demasiado cercanos, eran respetuosos mutuamente.

Al verlo de nuevo ahora, de repente recordó la llamada telefónica de Sebastián al mediodía, entonces su rostro se puso frío.

—Señorita Cordelia, ya ha salido del trabajo.

Julio se acercó, Cordelia tomó la llave y lo miró con ligereza.

—Julio, cuánto tiempo sin verte.

—Cuánto tiempo sin vernos, la señorita Cordelia se ha vuelto cada vez más hermosa. Si la señora Olga Gil todavía vive, estará muy contenta de verla así.

Cordelia frunció los labios.

—Si mi mamá todavía vive, ¿estarás del lado de mi mamá o del lado de Mabel?

Julio no esperaba que ella le preguntara eso de repente, de modo que se quedó sin palabras por un momento.

Cordelia no quiso dejarle mal tampoco, así que se rio.

—Es broma, no te pongas nervioso.

Julio casi estalló en sudor frío y sonrió secamente.

—¿Por qué has venido a buscarme?

—La señora Isabel me envió a llevarle a casa —dijo Julio rápidamente.

La mirada de Cordelia se condensó, y una mueca de desprecio recorrió su boca.

—¿Sebastián no os dijo que no voy a volver?

—Lo dijo, pero la señora Isabel dijo… que, si se niega a regresar, las reliquias que ha dejado su madre serán destruidas.

Tan pronto como levantaron la cabeza, vieron a Cordelia entrando.

Llevaba una camisa blanca con unos pantalones negros de pitillo que hacían que sus piernas se veían delgadas y rectas, por fuera llevaba una gabardina beige. Su cabello rizado estaba esparcido sobre sus hombros, haciéndola lucir fría y espléndida.

Al verla, Briana sintió un poco de celo en su corazón.

Simplemente no podía soportar la pretensión de Cordelia.

Solo era alguien que vendía juguetes sexuales, pero se vestía como una élite social, y su rostro arrogante e indiferente hacía pensar a la gente lo noble que era.

Pero al pensar en su carrera, sintió un poco de felicidad en su corazón.

¿Qué más daba si fingía ser noble? De todas formas, no era rival para ella.

Ella era hija de la familia Vega, la estrella más famosa de la industria del entretenimiento, ¿pero y Cordelia?

Solo era la hija abandonada y expulsada de la familia. ¿Qué más daba si era talentosa? Igualmente perdía su trabajo en cuestión de segundos.

En ese momento, solo podría quedarse en la pequeña tienda de diez metros cuadrados todo el día para vender sus juguetes sexuales.

Al pensar en eso, Briana no pudo evitar sentirse un poco engreída. Entonces enderezó la espalda con una sonrisa y dio un paso adelante.

—Cordelia, ¡estás aquí!

Mabel también reaccionó dando un paso adelante apresuradamente con una sonrisa en su rostro.

—¡Aquí estás Cordelia, siéntate! Beatriz, sírvele un vaso de agua a la señorita Cordelia.

La sirvienta Beatriz Soler sirvió rápidamente el agua. Sin embargo, en su mirada hacia Cordelia se podía notar un poco de desprecio.

A Cordelia no le importó, solo se limitó a decir con frialdad:

—¿Para qué me habéis hecho venir?

Mabel estaba avergonzada.

Al ver eso, Briana se adelantó apresuradamente, la tomó del brazo y sonrió.

—Cordelia, ¿por qué tanta prisa? Finalmente volviste a casa. ¡Hablemos de cualquier asunto después de la cena! No hemos conversado desde hace mucho tiempo, ahora todavía queda un rato para cenar, ¿por qué no vas a mi habitación y charlamos?

Cordelia la miró con frialdad y se mofó.

—¿Charlar de qué? ¿De cómo seduces a los hombres? Lo siento, no me interesan esos trucos sucios y tampoco soy capaz de aprenderlos.

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