Mi esposa abogada: ¡Estás arrestado! romance Capítulo 21

Maira estaba preocupada de que pillaran a Diego diciendo una mentira, así que entregó directamente la delicada caja que tenía en la mano a Javier, y luego tiró de Diego, diciendo mientras se alejaba.

—Javier, sigue con tus asuntos. Yo entraré con mi marido.

Y entonces, sin esperar el consentimiento de Javier, se fueron directamente.

Los dos entraron a la primera planta del crucero y Diego miraba el lujoso crucero. En la planta baja había un gran salón de baile, en el que se escuchaba la elegante música, y los hombres con trajes caros y las mujeres con elegantes vestidos de noche bailaban en la pista al ritmo de la música.

En la segunda planta se encontraba el salón de cenas, donde las largas mesas situadas a ambos lados del mismo estaban decoradas con una variedad de aperitivos chinos y occidentales, así como con champán y vino, y adornadas con bonitas rosas.

La sala estaba llena de gente de clase alta.

Diego nunca había visto una escena así y no pudo ocultar sus nervios.

—Señora Mendoza, me duele el estómago, voy al baño.

—Ve.

Maira agitó la mano sin importarle nada. Luego caminó por el salón y tomó un vaso de zumo de naranja recién exprimido, buscó un asiento y se sentó.

Justo cuando se sentó, sonó el teléfono.

Era un mensaje de Diego.

—Señora Mendoza, tengo un problema temporal con mi familia, voy a volver primero. Mi teléfono se ha quedado sin batería, así que no me llame.

—¡Diego!

Maira se puso furiosa y colocó el vaso con fuerza sobre la mesa.

«¡Qué cobarde!»

No sabía qué hacer, pero de repente se dio cuenta de que la luz del frente se atenuaba y una sombra se proyectaba sobre la mesa.

Maira se llevó la mano a la frente y levantó la vista para ver a un hombre delgado de pie contra la luz frente a ella.

El hombre vestía un traje azul a medida, era fuerte y tonificado, sostenía un vaso de vino tinto y su rostro era tan apuesto como si fuera una obra de arte.

El hombre miró a Maira y la interrogó con voz fría.

—¿Has olvidado mi advertencia tan rápido, Maira Mendoza? ¿Acaso no entiendes mis palabras?

Maira se levantó y lo miró con indiferencia.

—Señor Modesto, está pensando demasiado. Hoy he venido aquí con mi marido.

—¿Sí? —Modesto enarcó ligeramente las cejas y miró a su alrededor— ¿Dónde está tu marido?

—Él... —Maira no sabía qué hacer por un momento y tartamudeó— vino conmigo y se fue después de dar el regalo a Javier.

Maira retiró la mirada y miró el vaso de zumo de naranja que había sobre la mesa, sin la arrogancia que había mostrado antes.

—Maira, te advierto, si quieres ganar poder... —extendió la mano y señaló a los hombres que estaban en el salón— te sirve cualquier hombre, pero aléjate de Javier. Es un amigo mío y no puedes conseguirlo.

«¡¿Conseguir a Javier?!»

Maira frunció los labios, apretó ligeramente la mano apoyada en la mesa y forzó la compostura para hablar.

—Wanda es mi mejor amiga, y por favor, cuida tu conducta también —se lo recordó a Modesto.

—Métete en tus asuntos —djo el hombre con desprecio.

—Modesto, ¿qué estás haciendo aquí?

En ese momento, Wanda se acercó, rodeó la muñeca de Modesto y se dirigió a Maira con una sonrisa que parecía querer decir algo más.

—Maira, ¿tú también estás aquí?

Maira se sintió un poco intranquila por la repentina aparición de Wanda, temiendo que pudiera malinterpretarla.

Sonriéndole, respondió:

—Iba a preguntarle al señor Modesto dónde estabas, pero no esperaba que ya estuvieras aquí.

—Yo también te estaba buscando.

—No has mostrado sinceridad.

—Entonces, ¿qué tal un vaso de vino para mí? —preguntó Maira.

—Oye, olvídalo, acabas de recibir el alta del hospital, así que no te molestaré —Wanda le cogió la mano— Vamos a la azotea a ver el mar.

Dos amigas íntimas abrieron paso entre la multitud y se dirigieron desde el primer piso hasta la azotea.

Las dos se apoyaron en la barandilla, charlando y disfrutando de la luna, distrayéndose de vez en cuando por los sonidos juguetones de los hombres y mujeres de la piscina de la azotea.

—Está muy animado allí, vamos a echar un vistazo.

Wanda tiró a Maira dirigiéndose hacia la piscina y se cogieron las manos.

En este momento, alguien empujó a Wanda y esta cayó sobre Maira, que llevaba tacones, y se resbaló.

Hubo un fuerte chapoteo, y cayó directamente a la piscina

—Alguien se cayó a la piscina.

—Vaya, nadar con un vestido, eso es bastante divertido.

—Quién dice que no lo es.

—Date prisa y sácala.

***

Wanda se agachó junta a la piscina y le hizo un gesto a Maira.

—Maira, por aquí, ven.

Maira cayó al agua y no sintió más que frío, se estremeció y se apartó el pelo por delante de la frente, nadó hacia la orilla y se subió a la barandilla.

—Maira, ¿estás bien? Lo siento, es mi culpa, no sé quién me ha empujado.

Wanda cogió una manta y la puso sobre Maira, con expresión de culpabilidad.

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