Al ver la divertida conversación entre los dos, Carlos sonrió y dijo:
—Interesante.
—¡Cállate!
Modesto lo regañó.
Carlos se encogió de hombros y extendió las manos:
—Vale, me callo.
—Maira, ¿esta es tu manera de tratar a un invitado? —la cara de Modesto era sombría, se sintió embarazado tratado así delante de su amigo.
—No te invito a mi casa.
A Maira le disgustaba Modesto, si no fuera por Wanda, ya habría echado a Modesto de la casa.
«Y todavía tiene el descaro de decir que es un invitado.»
Pero habló en voz baja, como si temiera que Wanda, que estaba en la cocina, la oyera.
—¿No te invita?
Carlos los miró a los dos como si hubiera notado algo:
—Modesto, esto no es tu estilo de hacer las cosas.
Ante las palabras de su amigo, Modesto le echó un vistazo frío.
Al ser mirado así por Modesto, Carlos se apresuró a decir:
—Me callo, me callo.
Sabía que en ese momento tenía que permanecer en silencio.
Entonces Modesto le quitó directamente el café de las manos y miró a Maira.
Maira se quedó a un lado, lo miró con una mirada expectante.
El hombre levantó su taza y tomó un sorbo de café.
Después de eso, su expresión cambió inmediatamente, sus labios se fruncieron con fuerza, mirando a Maira, con un impulso de matarla.
Al momento siguiente...
Modesto escupió el café que bebió, su tez era muy mala.
—¿Qué te pasa? Modesto, ¿estás bien?
Wanda, que estaba ocupada en la cocina, salió inmediatamente al oír el ruido y vio que Modesto estaba tosiendo sin parar con una mano cubriendo su pecho y estaba muy preocupada.
Se apresuró a ir a su lado y le tomó la mano, preguntando con preocupación:
—¿Qué pasa?
Modesto dejó el café, con la mano apoyada en la mesa, y levantó los ojos para mirar a Maira:
—¿Qué has puesto en la taza?
Frunció el ceño, con los ojos llenos de ira.
—¿Taza?
Wanda tenía muchas dudas, preguntó a Maira:
—Maira, ¿qué has puesto en esta taza?
—Lo siento, me he equivocado. Puse polvo de amargura en esta taza antes, no la he lavado limpio.
Fingiendo inocencia, Maira se dio una palmada en la frente y dijo con una sonrisa:
—Modesto, ¿estás bien? Mi memoria es muy mala, lo siento mucho, realmente no quería hacerlo. Y ese fue el café que le di al Señor López, tenías que beberlo tú...
Las últimas palabras eran como si estuvieran insinuando que Modesto sufrió por su propia acción.
Al ver el aspecto doloroso de Modesto, Carlos pensó que esa mujer lo hacía a propósito.
—¡Agua!
Modesto miró a Maira con maldad, el sabor amargo en su boca le hizo no estar de humor para ajustar cuentas con Maira por el momento.
Lo que más temía en este mundo era el sabor amargo.
«Esta maldita mujer, incluso se atreve a tenderme una trampa.»
«Parece que está tan segura de que voy a tomar esa taza de café, por eso ella me está mirando así.»
«Espera a ver este aspecto mío.»
—Vale, vale, te lo sirvo.
Mirando sus espaldas, Maira levantó las cejas y sonrió.
De repente, sintió una mirada y giró la cabeza.
Al encontrar a Carlos mirándola, por alguna razón, la mirada de él la hizo sentir miedo.
—¿Por qué me miras así? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Eres la primera persona que se atreve a tratar así a Modesto.
Hasta ahora, después de conocer a Modesto durante tantos años, no había visto nadie que se atreviera a tratar así a Modesto, y por no mencionar una mujer.
Hoy Carlos se sintió sorprendido por las conductas de Maira.
Sintió simpatía por Modesto.
—Maira, tienes tanto coraje.
Zita, que salió de la cocina en algún momento, la miró con cara de adoración:
—Nunca había visto a nadie que se atrevía a tratar a Modesto de esta forma, eres realmente mi ídolo, te admiro.
Maira sonrió,
—Realmente no lo hace a propósito.
Las personas que estaban frente a ella eran todas buenas amigas de Modesto, si lo admitía frente a ellos y Modesto se enteraba de eso, definitivamente iría a ajustas cuentas consigo.
—Maira, date prisa al hospital. Es mejor que Modesto esté bien. Si no...
Javier acarició el hombro de Maira, con los ojos llenos de preocupación.
Parecía que toda la gente no se preocupaba por ella, pero sólo Javier se preocupaba por su situación.
Aunque, la persona que resultó herida fue Modesto.
Inmersa en la preocupación, Maira se sintió ligeramente conmovida, pero al instante siguiente sintió una mirada aguda.
Se dio cuenta de que Zita estaba mirando a sí misma con una mirada complicada.
La hizo sentir muy incómoda.
—Señorita López, quitaos aquí, voy al hospital a ver la situación de Modesto.
Aunque Zita tenía una personalidad muy simpática. Sin embargo, la familia López también tenía poder e influencia, así que era mejor que tuviera cuidado.
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