Mi esposa abogada: ¡Estás arrestado! romance Capítulo 74

Acercándose a él, le puso las manos sobre los hombros y miró al apuesto hombre, con esos rasgos perfectos, como si fuera la más perfecta artesanía de Dios.

—No se me ocurre otra explicación que esa —Maira continuó.

En ese momento, había reprimido demasiadas emociones en su corazón, lo que hizo que se rompiera un poco.

Por eso había elegido enfrentarse a Modesto de esta manera.

—¿Enamorarme de ti?

Modesto se rio con maldad.

—Nunca he visto a una mujer tan desvergonzada como tú.

Al ver su bonita cara de cerca, no pudo evitar evocar imágenes de Maira y Hugo besándose juntos en la sala del aeropuerto.

A Modesto se le revolvió el estómago y la apartó de un empujón.

—No te querría ni aunque todas las mujeres del mundo estuvieran muertas.

Maira retrocedió unos pasos antes de mantenerse firme.

—Está bien. Si no te gusto, aléjate de mí. No parece haber ninguna amistad o afecto entre tú y yo, señor Modesto, así que aléjate de mí.

—¿Es un truco? —levantó una ceja.

—Lo estás pensando demasiado. Simplemente eres asqueroso.

Se alejó cojeando de la azotea con las directrices.

Mirando su espalda que se alejaba, Modesto apretó los puños y levantó el pie para dar una fuerte patada en el banco de piedra, enfadado como un demonio.

No había nada que pudiera hacer con esta mujer.

En el departamento jurídico.

Al comenzar el trabajo de la tarde, Maira ajustó su estado de ánimo y comenzó a trabajar a tiempo completo, pero siempre había muchas cosas que la mantenían ocupada.

Maira sabía muy bien que las acciones del director Vargas habían sido dispuestas por Modesto, pero tenía que seguir adelante.

Se prolongó hasta la noche, cuando toda la gente se fue del trabajo.

Sin embargo, el director obligó a Maira a hacer horas extras alegando que había tenido una mala actitud en su primer día de trabajo.

Taina, en cambio, fue mucho más feliz que ella.

Se pasó todo el día mirando el caso en cuestión, muy ociosa y relajada. Tan relajada que se pasó la tarde dormitando.

Sin embargo, Maira no dijo nada y se limitó a hacer su trabajo con honestidad.

Por la noche, todos los compañeros se fueron.

Maira encontró un asiento en el departamento jurídico, comenzó a leer los casos y a memorizar la las normas.

Pasó el tiempo y, cuando ya conocía todas las reglas, miró la hora y vio que eran las 23:30.

Maira se quedó tan sorprendida que se levantó inmediatamente, cogió su mochila y bajó las escaleras.

Afortunadamente, había un guardia de seguridad, de lo contrario habría pensado que la oficina estaba cerrada.

Tras salir de la oficina, Maira se sentó en un banco junto a la carretera y llamó a Renata.

—Renata, he enviado 100,000 euros a tu cuenta. Deberás entregar a Yago de tu parte, y la ubicación de la empresa deberá ser la empresa actual de Yago. Allí se puede alquilar la planta baja del edificio de oficinas. También puedes ponerte en contacto con tus compañeros de la anterior empresa, y los que estén dispuestos a seguir trabajando contigo pueden quedarse. Cada uno de ellos tiene clientes en sus manos.

—Muy bien. Sin embargo, su salarial...

Renata se mostró un poco indecisa.

Al fin y al cabo, al ser una empresa nueva, no era tan grande como la anterior.

—El paquete salarial y todos los beneficios son los mismos que antes.

—Bueno. Pero, ¿cuántas personas se necesitan?

—Puedes decidir por ti misma, la dirección de la empresa no está mal, si hay más compañeros que vuelven, puedes hacer que la empresa sea un poco más grande también. La totalidad de la inversión inicial en la empresa debe limitarse a 200,000 euros. Además, nadie debe saber que estoy invirtiendo, ¿entiendes?

Maira estaba en guardia contra Modesto y Hugo.

Modesto había utilizado sus poderes para destruir su empresa MY, y ahora tenía que empezar de nuevo.

—Así es.

—Te ves bien, pero tu corazón es feo.

***

Maira tampoco esperaba que sus compañeros llegaran tan pronto.

El ambiente también estaba apagado, pero durante un tiempo fue difícil saber cuál era el problema.

—¡Maira!

Hubo una brusca reprimenda.

Un hombre salió del despacho del director.

—Ahí estás, pensé que no vendrías hoy. ¡Devuélveme mis cosas!

Pablo dio unos pasos hacia Maira y la agarró por el cuello de la camisa, interrogándola con rabia.

—¿Qué?

Maira se quedó desconcertada, sin entender en absoluto lo que Pablo quería decir.

—¿Qué? ¿Dónde has escondido mi reloj, que vale 35,000 euros? ¡Te digo que entregues el reloj ahora o llamaré a la policía!

La actitud de Pablo era arrogante, como si fuera a darle una paliza si no le entregaba el reloj.

—¿Qué te pasa? ¿Quién tiene tu reloj?

Maira apartó a Pablo de un empujón.

—Como abogado, deberías saber que las pruebas son importantes.

—¿Pruebas? Bueno, ¡te daré una prueba!

Pablo asintió, con la cara roja de ira.

Cogió su teléfono y mostró un vídeo de Maira sentada en su lugar, a veces sentada recta, a veces tumbada en la mesa, pero debido al ángulo de la cámara, mientras estaba en la mesa sólo se veía su cabeza, no su cuerpo.

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