Capítulo249
-¡Yo tengo! -Alejandro dijo de repente con los ojos enrojecidos, sin importarle que al decirlo se
tragase para sí mismo su orgullo y compostura.
-¿Tienes? Jaja… ¡De veras que ya este medio loco! -Clara lo tiró con fuerza, su galante rostro se
volvió aún más seductor por su estado de ebriedad. -¿Tú tienes nueva novia y no me permites
tener un nuevo amor? ¿En qué cabeza pensante cabe eso?
Cada palabra era como una daga al corazón, hiriéndolo de a poco.
Alejandro recordó cómo estaban tan cerca el uno del otro con el hombre de gafas blancas, el aire
estaba lleno de una evidente tensión sensual.
En ese momento, todas sus percepciones se cerraron como por arte de magia.
Solo quedó el deseo de poseerla, un deseo loco que rodeaba todo su ser.
-¿Tienes una vida privada muy colorida! ¿Cierto? -Alejandro se rio amargamente, con una mezcla
de dolor y celos, generando una emoción indescriptible, más fuerte que el alcohol. -Un hombre y
una mujer solos en una habitación, ¿tienes miedo de no haber tenido el tiempo suficiente para
desplegar tus habilidades de seducción?
Pero, aunque él hablaba con palabras afiladas y trataba de lastimarla, ¿por qué era él el que sufría
en cambio un dolor agudo al decirlas?
-Jaja… -Clara se rio carcajadas, su labio rojo brillante temblaba de alegría. -¡Exactamente! ¿La
neta pensaste que era la misma chica aburrida y sin gracia que conociste antes? ¡Ahora no hay
nada que me sea prohibido hacer!
-Clara… Alejandro no pudo contenerse más, su pecho se elevó y bajó violentamente. -Hoy, te
llevaré conmigo, ¡no te permitiré buscar otro amor mientras yo esté aquí!
Justo en ese momento, apareció un coche patrulla.
Clara tuvo una idea ingeniosa. Acababa de parecer una pequeña bestia feroz y ahora se presentaba
como una damisela indefensa, gritando a todo pulmón: -¡Un pervertido me está atacando! ¡Están
intentando secuestrarme! ¡Ayuda!
—¡Tú! —La cara de Alejandro se puso pálida de repente.
Dos policías salieron rápidamente del coche y corrieron hacia Alejandro, gritando: —¡No te
No soy un pervertido, la conozco.
-¿Dónde carajos estás? ¡Vuelve inmediatamente!
Enrique sonaba desesperado: ¡Beatriz se ha suicidado! ¡Se ha cortado las venas! Perdió demasiada
sangre y ahora está siendo tratada en el Hospital de La Ciudad de México.
Alejandro estaba estupefacto. Su rostro, ya sombrío, palideció aún más.
-¿No puedes manejar tus asuntos amorosos de una mejor manera? ¡Si tienes a Beatriz, deja de
acosar a Clara! ¿De qué sirve todo lo que has hecho? ¿No te das cuenta de que estás llevando a esta
dama a una muerte lenta pero seguro? Cuando intentaste suicidarte de niño, Beatriz te salvó la
vida. ¿Qué estás haciendo ahora? ¿Ahora has decidido llevarla en cambio a ella a la muerte?
De repente, los recuerdos oscuros de su infancia inundaron a Alejandro como una fuerza
arrolladora. Agarró su pecho con fuerza, sintiendo que le faltaba el aire. O
Cuando levantó la vista de nuevo, la figura de Clara ya había desaparecido detrás de las puertas del
club nocturno.
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