Capítulo277
Ella era así, cuando se encontraba haciendo algo que le gustaba, se concentraba completamente,
sumergiéndose por completo en ello y olvidando el espacio y tiempo a su alrededor.
En ese momento, Clara recordó de repente que Pol todavía estaba esperándole.
Se dio la vuelta apresuradamente y lo vio allí, de pie con paciencia, sosteniendo un cesto de
mimbre lleno de hermosas y discretas flores rosadas.
Eran realmente hermosas.
-Clara–lo llamó Pol mientras llevaba el cesto de flores acercándose a ella.
-No entres, ¡cuidado de ensuciar tu ropa!– Clara lo vio tan bien vestido que se apresuró a
detenerlo.
Pero él simplemente ignoró su advertencia y siguió caminando directamente a través del campo
de espinas, decidido a llegar a su lado.
Clara apretó sus labios como pétalos de rosa y se sintió un poco avergonzada.
-Clara, esto es para ti–dijo Pol, con la luz del atardecer brillando en sus profundos ojos, mientras
le entregaba el cesto de flores.
-Pol, gracias por tu amabilidad, pero no puedo aceptar estas flores–rechazó Clara con una sonrisa
ligera.
Aunque solo era un cesto de flores, eran rosas después de todo, con un significado que podría
tornarse un poco ambiguo, y no era apropiado que ella las aceptara.
Pol anticipó su rechazo y cambió su enfoque, riendo: -Flores frescas para una hermosa dama, eso
es solo una parte. Lo más importante es que veo que Clara, tú tienes mucho interés en las rosas
que cultivo, así que quería regalarte un cesto de ellas para que las estudies en detalle. También
puedes llevar la tierra de aquí, trasplantarlas en tu propio jardín y cuidarla bien para que estas
florezcan todo el año.
Con esto, Clara ya no tenía razones para negarse. Dudó por un momento y finalmente aceptó el
cesto de flores, -Gracias por este bonito regalo, Pol.
De repente, Pol frunció el ceño, se colocó las manos en el pecho y se inclinó hacia ella.
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Un rostro delicado como el jade se acercó cada vez más, ampliándose ante los sorprendidos ojos
cristalinos de Clara, que contuvo la respiración, pestañeando.
-Pol, ¿Por qué me miras de esta manera? ¿Tengo algo en la cara?–, preguntó ella, desconcertada,
imponente figura de Alejandro, que se mantenía inmóvil y frío, sin emoción ni enfado, solo unos
Era como el mar cuando se avecinaba una gran ola, silencioso pero lleno de fuerza.
En ese momento, Alejandro había observado cuidadosamente cada interacción entre Clara y aquel
hombre, y apretaba los puños con fuerza bajo sus elegantes mangas, con las venas del cuello
palpitando a mil por hora.
La vio recibir las rosas que Pol le entregó, la vio sonreírle con ternura, y también lo vio limpiar su
rostro con suavidad y cariño.
Eran cómplices e íntimos, como una pareja en perfecta armonía.
Alejandro mantenía la espalda rígida, apretaba los dientes con un sonido chirriante, y su mente
estaba llena de un dolor punzante como el rugido del motor de un tractor.
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Resultaba que Clara no había venido aquí para sabotear su proyecto, sino para disfrutar de las
flores con su nuevo amor.
Pero él preferiría que viniera a pelear, a competir, a torturarlo, preferiría enfrentarla.
No quería ver cómo todo lo que una vez fue suyo, ella lo entregaría por completo a ese hombre.
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