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¡Era evidente que estaban humillándola!
Y, de hecho, las miradas de todos comenzaron a cambiar gradualmente, mostrando un rastro de
desprecio.
-Aunque seas el presidente, no puedes tomar decisiones arbitrarias sobre los directores de la
empresa. ¡La decisión debería ser tomada por la presidenta quien es quien está a cargo de todo! ¿
Cómo te atreves a tomar una decisión por ti mismo? – Ema estaba desesperada y tuvo que sacar a
Enrique para intentar intimidarlo.
Alejandro levantó ligeramente sus delgados labios y planteó una pregunta retórica con peso: -Tía
Celia, acaso esto significa, ¿que la presidenta sin duda respaldará las acciones de Leona? ¿Incluso
aun si está involucrada en robo comercial, falsificación y haya causado que las acciones del grupo
Hernández se desprecien de la noche a la mañana? ¿Acaso la presidenta debe mantener su
posición como directora solo porque es la hija?
Una serie de preguntas, cada una afilada como una hoja de cuchillo, cada una directa al grano. Los
altos ejecutivos también miraron a Ema con un escrutinio agudo.
La hizo enojar tanto que su cuerpo se enfrió y, en su vergüenza y enojo, sintió como si estuviera
siendo desnudada en público.
-Sé que en el mundo laboral no existe la equidad absoluta. Lo que consideramos equidad es como
una prenda lujosa, que, al voltearla, está llena de bichos.
La mirada de Alejandro brillaba intensamente y su voz resonaba con firmeza: -Pero mientras yo: ¡
Alejandro, ocupe el cargo de presidente, nunca permitiré que esos bichos causen estragos.
Mientras yo esté aquí, no tendrán oportunidad de moverse.!
No insultó a Ema en absoluto con sus palabras. Sin embargo, Ema sintió que la habían regañado
con fuerza.
El salón quedó en silencio de repente tras su declaración.
Después de unos segundos, los ojos de los altos ejecutivos brillaron mientras se conmovían por el discurso valiente de Alejandro, y el sonido de los aplausos resonó.
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