Capítulo596
–Sé que no soy o he sido una buena persona, no necesitan recordármelo una y otra vez lo mal que
solía ser
Alejandro frunció el ceño con tristeza, y aplastó el cigarrillo a medio consumir en el cenicero. – Pero mi corazón, es como un peón en un tablero de ajedrez, solo avanza, nunca retrocede. En esta vida, solo quiero a Clara, una mujer, y nunca renunciaré. Me he enredado con ella.
Noa durmió hasta la tarde.
Cuando se despertó, Rodrigo ya le había preparado la cena.
-Hermanita Noa, durante el día dijiste que querías volver a casa conmigo, ¿lo decías en serio? – Rodrigo se sentó al borde de la cama y preguntó con un tono medio bromista.
Noa apretó los labios, afirmó pero a su vez también negó con la cabeza.
Ella se acurrucó en su gran bata de paciente, con los brazos abrazando las piernas. Sus delicados dedos se curvaban ligeramente, irradiando una pureza sensual.
La mirada de Rodrigo cayó casualmente en sus pies, sus ojos se calentaron y su respiración se
volvió agitada.
-Quiero… quiero vivir con mi abuelo, pero tengo que esperar a que mi salud mejore antes de ir a
buscarlo.
Los ojos de Noa se humedecieron ligeramente. -Tengo miedo de que mi abuelo se preocupe…
-Lo entiendo.
La gran mano de Rodrigo se posó suavemente sobre su cabeza, acariciando su suave cabello. Luego, entrecerró los ojos con una mirada maliciosa. -Pero, hermanita Noa, ¿confías tanto en mi? ¿ Me conoces bien? ¿Sabes cuán mala es mi reputación en el exterior? ¿No temes entrar en la guarida de un lobo después de salir de la guarida de otro lobo? ¿Hmm?
Noa levantó lentamente la mirada, sus ojos destellaban un resplandor claro y transparente. -No importa lo que digan los demás, en mi opinión, el hermano Rodrigo es una buena persona, muy buena, igual que mi segundo hermano.
El corazón de Rodrigo recibió un fuerte impacto, latiendo con fuerza.
Su respiración tembló y sus dedos se entrelazaron entre sus mechones de cabello, deslizándose
lentamente hacia abajo para acariciar su nuca.
Al ver que el hombre no decía nada, Noa se sintió inquieta y, con timidez, preguntó: -Hermano
Rodrigo… ¿estoy siendo una molestia para ti? ¿No quieres llevarme contigo?
La mirada de la joven estaba llena de inocencia.
Ella solo expresaba sus pensamientos más simples con las palabras más sencillas, sin tener idea del significado que tenía en el mundo de los adultos el ir voluntariamente a casa de un hombre.
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