Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1058

Ning asintió:

—Siempre fue el deseo de mi padre… antes de que naciera que me fuera a Suiza a terminar mis estudios, y siempre encontraba razones para posponerlo, pero ahora lo he pensado bien y me voy.

Tal vez por haber conocido a Ariel, o tal vez por ese llanto de hoy, parece que poco a poco ha ido asumiendo que su padre ya no está en este mundo.

Édgar también estaba un poco sorprendido:

—¿No vas a volver a La Ciudad Norte?

Ning sacude suavemente la cabeza.

—Sólo puedo añadir al lío si vuelvo, y… Boris debe estar muy ocupado ahora, con tantas cosas que le esperan en la Ciudad Norte, de todos modos… de todos modos, incluso si volviera a la Ciudad Norte ahora, probablemente termine yendo a Suiza, así que mejor me voy ahora.

Doria pensó un momento antes de responder:

—Ning, ¿es por la persona que vino a verte esta tarde? ¿Qué te ha dicho?

—No tiene mucho que ver con ella en realidad, es sólo que lo he pensado bien —Ning dijo, —He vivido más de veinte años, cuando crecía no tenía que preocuparme por nada, me gustaba una cosa, quería una cosa, abría la boca y mi padre me la compraba, era tan fácil de conseguir, ha pasado tanto tiempo que ya no parece que sepa lo que realmente quiero.

Ning continuó:

—Realmente te envidio a veces, Doria, has estado trabajando duro por lo que amas, manteniendo el amor, aunque sea duro y cansado, sigues siendo feliz, Claudia también, ella es fotógrafa, puede ir a muchos, muchos lugares por una foto que le guste, y no se siente cansada.

—Pero parece que no tengo ningún objetivo y vivo en mi propio mundo cada día. Yo también quiero ir a buscar algo que me guste y seguir con ello, y algún día tener y mantener lo que me gusta, como hacéis tú y Claudia. Creo que eso es lo que le gustaría a mi padre.

Édgar y Doria se miraron, sin decir nada ninguno de ellos.

—Sé que no tengo la independencia necesaria para vivir por mi cuenta en tu opinión, pero lo intentaré.

—Ning, eso no es lo que queríamos decir. Entonces tú y Boris…—, dijo Doria con dudas.

Ning se rió con facilidad:

—Hice un trato con mi padre para hablar de mí y de él cuando termine mis estudios en Suiza y regrese a la Ciudad Norte.

«Ariel tenía razón al decir que no debía tomar mis sentimientos demasiado en serio, por encima de todo.»

Pasó mucho tiempo antes de que Édgar dijera:

—Muy bien, me alivia que te sientas así. Puedes ir a hacer las maletas ahora.

—¿Tan pronto? —Ning se quedó ligeramente sorprendido.

—Pensé que habías dicho que tenías miedo de arrepentirte de levantarte por la mañana... apúrate, te veré abajo —dijo Édgar.

Doria miró a Édgar y frunció el ceño.

—Realmente la dejaste ir, siempre sentí que el tipo que vino a verla hoy debe haberle dicho algo, de lo contrario Ning no…

—Independientemente de lo que haya dicho esa persona, el hecho de que Ning esté teniendo estos pensamientos ahora significa que ya sabe lo que tiene que hacer —dijo Édgar.

—¿Y no vas a hablar con Boris de ello? ¿Le parece bien que Ning se vaya?

—¿Qué tiene en contra de que Ning vuelva a la escuela? —Édgar dijo, —Por no hablar de que la parte de Ciudad Norte, que no puede ser tratada pronto, quiere que vaya a Suiza más que Ning.

—A veces creo que Boris es bastante parecido a ti, y a veces creo que manejas las cosas de manera muy diferente —comentó Doria.

—¿Qué es diferente? —preguntó Édgar.

—Si fuera tú, nunca me dejarías estar tan lejos de ti y seguir sin verte durante dos o tres años —dijo Doria.

Édgar no lo negó, y hubo un momento de silencio antes de decir.

—Una vez pensé que mi familia era un lugar caníbal, pero sólo después me di cuenta de que las cosas que hacía mi padre tenían que ver más con sus propios intereses.

Cuando terminó, saludó a Doria y a Édgar y se despidió de nuevo antes de darse la vuelta para subir al avión. Cuando se fue, Édgar sacó su teléfono y marcó un número:

—Ning se ha ido a Suiza.

En el otro lado, Boris estaba de pie frente a la ventana del suelo al techo de su oficina, mirando la vista lejana del río, y respondió con calma:

—Entendido.

Un momento después, guardó su teléfono móvil y contempló la muñeca que había recibido no hacía mucho tiempo en la palma de su mano, con las comisuras de los labios curvadas de forma muy discreta.

Al cabo de un rato, llamaron a la puerta del despacho:

—Señor, acabamos de recibir la noticia de que Ariel ha ido a la Ciudad Sur y se supone que se reunirá con la señorita Ning.

El humor de Boris pareció cambiar a peor ante la noticia:

—Cuando vuelva, que venga a verme.

—Sí —El asistente asintió.

—Ning se ha ido a Suiza, dile a la gente de allí que la proteja —dijo Boris.

En ese momento sonó el móvil del asistente, que cogió el teléfono y le dijo a Boris:

—Señor, César dice que quiere verle.

Boris miró la fecha, había pasado exactamente medio mes desde aquel incidente. Parecía que César tampoco era tan paciente.

Boris puso la muñeca sobre su escritorio.

—Vamos.

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