Leila y Johanna se miraron y giraron la cabeza al mismo tiempo.
Sólo para ver a Ady sonriendo y caminando hacia ellos.
De pie en el ascensor, Johanna preguntó:
—Sr. Ady, ¿por qué está aquí también?
—Es así, yo también he conocido al director Blanco antes, y he venido esta vez al enterarme de su fiesta de cumpleaños y de su jubilación —dijo Ady.
—¿Es así? —Johanna respondió con una sonrisa. Luego bajó la voz y le dijo a Leila con una voz que sólo podían oír dos personas, —¿Por qué tengo la impresión de que viene a por ti?
Leila mantuvo una sonrisa en su rostro y no dijo nada. Se lo había dejado bastante claro a Ady la última vez.
Pronto el ascensor se detuvo y llegaron al salón.
Johanna vislumbró a Blanco y tiró de Leila:
—El director Blanco está ahí, vamos a saludarlo.
—De acuerdo —dijo Leila.
—Sr. Ady…— Johanna se volvió.
—Me acercaré a saludar junto a ti —dijo Ady.
—Vamos entonces.
Cuando se acercaron, se dieron cuenta de que Blanco estaba hablando con otra persona.
Leila levantó los ojos, miró a la persona que estaba junto a Blanco y sintió que se ahogaba.
«¿Cómo es que me lo encuentro en todas partes?»
—Director Blanco, feliz cumpleaños a usted —Johanna fue la primera en decir.
Blanco dejó de hablar y giró la cabeza para mirarlos, con una sonrisa llena de primavera:
—Ahí están Johanna y Leila.
Con eso, volvió a mirar a Ady y frunció el ceño con desconfianza.
—¿Y esto es?
—Hola director Blanco, me llamo Ady, nos conocimos antes en la recepción —Ady le tendió la mano.
Blanco había estado en tantas recepciones que había olvidado a cuál se refería, pero no podía decir nada grosero en esta ocasión, así que le estrechó la mano:
—Hola, hola.
Inmediatamente después, continuó:
—Has llegado justo a tiempo, deja que te presente.
—Este es Ismael Collazo, el hijo del alumno favorito del señor Figueroa—, le dijo a Ismael, mirando a Leila y Johanna, —una de ellas es una actriz premiada y la otra es una actriz popular. Ninguno de los dos es fácil de subestimar.
Johanna miró fijamente a Ismael y le tendió la mano en señal de saludo:
—Hola.
Blanco miró a Ady:
—Esto, Ady…
—Director Blanco, tengo tratos comerciales con el señor Ismael y me lo he encontrado antes —Ady sonrió.
—Así que os conocéis, es bueno saberlo —Blanco cayó en la cuenta.
—Ismael, cuídalos por mí, yo volveré pronto —le dijo Blanco a Ismael.
—Bien —Ismael asintió.
Cuando se fue, Ady se rió y dijo:
—No sabía que el señor Ismael era hijo del alumno favorito de Carmelo Figueroa, ¿cómo está el señor Figueroa estos días?
—No está bien.
—¿Está enfermo? —Ady dio un respingo.
—Lo de siempre —dijo Ismael con calma. Por eso había venido a esta fiesta de cumpleaños del Sr. Figueroa.
Johanna susurró junto a Leila:
—Este señor Ady es realmente bueno, conoce a todo el mundo.
—Eso es bueno, definitivamente haré una visita algún día cuando tenga tiempo —dijo Ady.
Ismael no respondió y miró a Leila:
Estaba de pie junto a Johanna, como si se sintiera incómoda por todas partes y sus ojos no se veían por ninguna parte.
—Supongo que el Sr. Ady no está enamorado de esa Srta. Edyth, ¿verdad? —Johanna se quejó.
—Estoy en la treintena, a un joven como el señor Ismael le gustaría el tipo de la señorita Edyth, ¿no? —Ady se rió.
—Es cierto, uno de ellos es el hijo del alumno favorito del señor Figueroa y el otro es la nieta del señor Figueroa, hacen muy buena pareja, es una pena que no estén juntos.
—También creo que coinciden bastante bien.
Desde que conoció a Ismael hasta que salió Edyth, Leila no había dicho ni una sola palabra.
En trance, sintió que algo le bloqueaba el pecho y no podía respirar.
Después de caminar un rato, dijo a Ady y Johanna:
—Voy al baño.
—Iré contigo —Johanna acababa de terminar de hablar cuando un amigo se acercó a saludar.
—Está bien, iré sola —dijo Leila.
—De acuerdo, vuelve pronto entonces —Johanna no tuvo tiempo de acompañarla y sólo pudo lanzar una advertencia.
—Lo tengo.
Leila se dio la vuelta y se dirigió al baño.
Abrió el agua y apoyó la mano en el tocador, con el cuerpo temblando vagamente.
—¿Qué pasa con eso? No hace mucho tiempo que estás en un lugar como éste y no sientes que encajas, ¿verdad?—
Flora se puso a su lado y abrió el grifo para lavarse las manos.
Leila suspiró, cerró el grifo y se disponía a salir cuando volvió la voz de Flora.
—Oye, recuerdo que tú y la mujer del señor Édgar sois amigos, ¿no? Su hermano también estuvo aquí hoy, ¿lo viste? También vi que le acompañaba una chica especialmente guapa, joven y enérgica, algo que no pudimos compensar con todo el dinero que nos gastamos.
Leila giró la cabeza para mirarla y dijo con una expresión inexpresiva:
—¿Qué demonios estás tratando de decir?
Flora sacó un papel para limpiarse las manos.
—No miras a ese chico de la misma manera. Sólo te advertía que no te hicieras ninguna idea que no debieras.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...