Ismael la miró, con la toalla de baño sobre el hombro y el pelo a medio secar aún goteando, mientras decía:
—Ya puedes ir a ducharte.
Al oír su voz, Leila se apresuró a apartar los ojos y esbozó una falsa sonrisa:
—Me lavaré más tarde, todavía tengo que ir a leer el guión.
Dijo Leila, y estaba a punto de volver corriendo al dormitorio cuando Ismael alargó el brazo y lo cruzó delante de ella.
Leila no estaba preparada y no se detuvo, por lo que se estrelló directamente contra sus brazos.
Ismael la sostuvo con facilidad:
—Aunque me dejes dormir en el sofá, tendrás que conseguirme una manta, ¿no?
Leila se frotó el puente de la nariz, que le dolía por el impacto, y se zafó de sus brazos.
—Yo te lo traigo.
Ismael retiró lentamente su mano y las comisuras de sus labios se levantaron.
Leila volvió a su habitación y mientras sacaba la manta, vio que sonaba el teléfono de Ismael, que no tenía intención de contestar. Dejó la manta a su lado:
—¿Quieres el cargador?
—Sí —Ismael asintió.
Leila le dio otro cargador extra de su casa y cuando se dio la vuelta para volver a su habitación, le sujetaron la muñeca.
—Me pregunto cuánto tiempo tendré que dormir en el sofá —preguntó Ismael.
—Cuando llegues a casa algún día, no tendrás que dormir en el sofá —Leila giró la cabeza.
—¿Y si no vuelvo a casa? —Ismael la miró.
Leila frunció los labios, pensando que ya que la conversación había llegado a esto, era mejor que fuera clara con él.
Tomó asiento junto a Ismael y se sentó con las manos en el regazo:
—En primer lugar, rompimos hace tres años, y en segundo lugar, sobre la otra noche, estaba muy borracho, así que por qué no hacemos como si nunca hubiera pasado. Por último, tendrás un futuro y opciones mejores y no deberías perder el tiempo conmigo.
Mientras Leila decía esto, Ismael se limitó a inclinar la cabeza y a mirarla con calma:
—¿Nada más?
—Nada.
—Permíteme responder primero a tu primera pregunta, el hecho de que me haya ido a Inglaterra no significa que esté de acuerdo con la ruptura. Segunda pregunta, ¿por qué fingir que no ha ocurrido por un hecho determinado? Y la tercera pregunta, no elijas por mí, nunca pensé que estar contigo fuera una pérdida de tiempo.
Leila no esperaba que él respondiera a cada una de las preguntas que acababa de hacer. Su mano en la rodilla se apretó incómodamente y guardó silencio un momento antes de decir.
—Recuerdo que una vez dijiste que te gustaba porque era guapa, ¿verdad? Pero si un día, ya no soy tan guapa, o te cansas de mirarme, seguro que te van a gustar otras chicas guapas…
—¿Así que eso es lo que te importa? —Ismael se rió.
Leila se sentó más recta, como si por fin hubiera encontrado una excusa para justificarse:
—Te gustaré por esa razón, luego te gustará otra por esa razón también.
—A mis ojos, nadie es más guapa que tú.
Ante estas palabras, los oídos de Leila no pudieron evitar arder un poco. Apenas consiguió mantener la compostura.
—Eso es lo que piensas ahora, cuando conozcas a una chica que te guste más adelante, no dirás eso.
—No lo hará —Ismael susurró—, Sólo me gustas tú.
Aturdida al oírle sonar tan serio, Leila intenta decir.
—¿Realmente crezco en tu estética en todos los lugares correctos?
—Sí —dijo Ismael.
A Leila no le pareció muy plausible. Pero ella conocía a Ismael, y no era del tipo extravagante.
«Pero parece poco probable que le guste tanto sólo porque piensa que soy bonita.»
—¿Tienes más preguntas? —preguntó Ismael.
Leila se retractó de sus pensamientos:
—No, me voy a mi habitación.
Ismael volvió a agarrar su muñeca, con los ojos puestos en ella:
—¿Entonces puedo dejar de dormir en el sofá?
Su mirada era clara y transparente, como un arroyo a la luz de la luna, y Leila no pudo apartar la vista.
A la mañana siguiente, cuando se levantó, Ismael ya estaba sentado desayunando, y el traje que llevaba, aunque también negro, no era el mismo de ayer, como pudo comprobar por los detalles.
No hizo falta pensar mucho para saber que lo había hecho entregar.
Entonces, ¿cómo resultó todo, por qué había ido a buscar su ropa anoche…
Ismael dejó su plato:
—Me voy a la oficina, puede que vuelva un poco tarde hoy.
—Menos mal, tampoco hace falta que vengas, hoy me voy a la ciudad C y tengo trabajo —dijo Leila.
Ismael la miró y dijo lentamente:
—Le preguntaré a Édgar y sabré cuál es su horario.
Leila no dijo nada. Ismael se acercó y se inclinó ligeramente.
Leila se da cuenta de lo que quiere hacer y echa la cabeza hacia atrás.
Ismael hizo una ligera pausa, le puso la mano en la nuca y volvió a besarla.
—Me voy, nos vemos esta noche, o puedes encontrarme en el Grupo Daria.
Leila le vio salir y no dejó escapar un suspiro hasta que llegó el sonido de la puerta al cerrarse.
Aunque no le había dicho la contraseña a Ismael, éste había entrado y salido a su antojo.
Tampoco podía hacer algo como dejar fuera a Ismael.
Así que era una pregunta sin salida.
Después de desayunar, Leila se duchó y acababa de salir cuando vio sonar el teléfono, era el asistente de Blanco.
—Señorita Leila, el director Blanco quiere preguntarle si está libre hoy, quiere hablar con usted sobre la película.
—Sí, estoy disponible —dijo Leila.
—Entonces te enviaré la dirección más tarde, nos vemos en un rato.
—Adiós.
Leila colgó el teléfono y miró por la ventana, el sol salía lentamente.
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