Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1141

Leila volvió de contestar el teléfono justo a tiempo para ver la escena y no supo qué hacer.

Edyth también la vio y con el ceño ligeramente fruncido:

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Yo…

Ismael se levantó y le dijo a Carmelo:

—Descanse un poco, lo dejaremos a usted.

—Id vosotros —Carmelo asintió y dejó escapar un largo suspiro.

Ismael se dirigió a la puerta, tomó la mano de Leila y salió.

Con las prisas, Leila sólo pudo saludar con la cabeza a Carmelo antes de seguir a Ismael.

Al ver esto, Edyth comprendió al instante y, señalando sus espaldas mientras se marchaban, preguntó:

—¿Es esa la novia de la que hablaba Ismael?

—Se conocen desde hace años, dime, ¿qué le hace querer estar contigo? —Carmelo sorbió su té con calma.

Edyth se enfadó aún más al oír estas palabras.

—Pero no quedan bien, ¿el Sr. Collazo aceptaría que se casara con una actriz? Él y yo somos los adecuados el uno para el otro.

—Pero no hay afecto entre vosotros —Carmelo dejó su taza de té —Además, ¿qué tiene que ver la opinión del señor Collazo contigo? Edyth, ya sabes cómo es Ismael, nadie puede obligarle a hacer lo que no quiere. Además, sabe que el Sr. Collazo difícilmente interferirá en sus decisiones.

Edyth no dijo nada. Carmelo también se levantó con su bastón.

—No eres demasiado joven para estar siempre haciendo berrinches como un niño, ahora Ismael sólo te evita y no dice nada desagradable, ¡eso es salvar la cara por ti y por mí!

—Pero sin ti, hoy no habría Familia Collazo.

Carmelo no sabía ni cómo responder:

—La familia Collazo está donde está hoy, eso es su propio talento, el señor Collazo, Ismael, y la señora Doria, todos llegaron a donde están por su propio esfuerzo, eres tan…

Murmuró Edyth en voz baja:

—He oído bastantes rumores de la vida anterior de la señora Doria desde que volví a la Ciudad Sur, no podría estar donde está hoy y donde está si no fuera por Édgar.

—Tú… —dijo Carmelo, cogiendo su bastón con rabia.

Al ver que estaba realmente enfadado, Edyth dijo:

—Lo sé, ¡no volveré a molestarte!

Con eso, se dio la vuelta y se fue.

Carmelo estaba tan enfadado con ella que se quedó un buen rato con el bastón en la mano.

***

En el camino de vuelta, Leila mantuvo la cabeza baja mientras sostenía su teléfono, pensando en cosas.

Miró a Ismael varias veces, pero quería decir algo.

Después de un rato, llegó la voz de Ismael:

—¿Qué quieres preguntar?

Leila le miró y susurró:

—Nada…

—¿Querías preguntar por Edyth?

— …Sí, la escuché decir que fue enviada al extranjero cuando era niña porque sus dos padres murieron...

Ismael admitió el asunto:

—Sus padres murieron en un accidente y Carmelo tuvo que ocuparse de las secuelas de sus padres y de todo tipo de tareas durante ese tiempo y la envió a casa de su cuñada.

—¿Y nunca volvió en todos esos años?

—Carmelo fue allí, pero para entonces ya estaba acostumbrada a vivir con su cuñada y no volvió. Y Carmelo tenía miedo de que no estuviera bien atendida y de que volviera a pensar en sus padres, así que iba a verla de vez en cuando.

—Entonces es bastante pobre, al haber perdido a sus padres a una edad tan temprana.

—Hay muchos pobres en el mundo, y ella se considera una de las más afortunadas.

—Es bueno tener el final amargo —Leila lo miró.

«Al menos, la vida no es siempre miserable.»

Había un semáforo en rojo justo delante e Ismael redujo la velocidad hasta detenerse.

—Cada minuto es un nuevo comienzo, si es que puedes dejar atrás el pasado.

Leila se quedó atónita, y de repente se dio cuenta de que Ismael había querido decir lo que había dicho.

Sí, los nuevos comienzos, existen todo el tiempo.

Leila miró por la ventana, el sol era brillante y un poco duro para sus ojos.

En cuanto salió el sol, disipó toda la penumbra.

***

Zoe se quedó en casa de Leila durante una semana y aportó mucha alegría a la vida de Leila.

Por eso, cuando se quedó en la puerta con su mochila escolar a cuestas y se despidió de ella con un gesto, Leila se sintió un poco triste al verlo partir.

Se arrodilló frente a Zoe, le puso el sombrero y volvió a apretarle la cara.

—Leila, te echaré de menos cada día —Zoe le dio un abrazo.

Leila sonrió y le acarició suavemente la espalda:

—Cuando quieras venir a jugar aquí, puedes…

—¡Voy a llamar a Ismael!

—Aquí vamos —Ismael se rió.

Zoe se soltó de los brazos de Leila y volvió a saludar:

—Leila, adiós.

—Adiós —Leila se levantó.

Observó cómo Ismael conducía a Zoe hasta la puerta del ascensor y la pulsaba.

Justo cuando Leila parecía ligeramente abatida, Ismael se echó hacia atrás sin avisar y la besó suavemente en los labios.

—Si realmente no puedes dejarlo ir, lo recogeré todos los fines de semana a partir de ahora.

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